martes, 21 de abril de 2009

EL PAÍS DESDE ABAJO APUNTES DE MI GIRA POR MÉXICO.

Andrés Manuel López Obrador. El país desde abajo Apuntes de mi gira por México. 5 artículos publicados por el Periódico ”LA JORNADA”. México. Del 9 al 14 de marzo de 2009.

PRIMERO.- En enero de 2007 inicié una gira por todos los municipios del país. Hoy, 9 de marzo de 2009, aquí, en Tamazula, Durango, donde nació el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, termino el recorrido por los dos mil 38 municipios de régimen de partido que existen en el país. Ahora, sólo me faltan los 418 municipios indígenas de usos y costumbres del estado de Oaxaca, que visitaré en el último cuatrimestre de este año.

Viajé en compañía de un pequeño grupo de colaboradores. Durante 430 días transitamos por 148 mil 173 kilómetros de caminos pavimentados y de terracería, para llegar a los pueblos más apartados de México. En muchas ocasiones dormimos en hoteles modestos y limpios de ciudades pequeñas, comimos en restaurantes, fondas y, a veces, dentro de la camioneta o a la orilla del camino.

Durante este tiempo, trabajé de lunes a miércoles en la ciudad de México y de jueves a domingo me dediqué a recorrer los pueblos. Desde las 10 de la mañana hacíamos un promedio de 5 asambleas informativas diarias en la plazas públicas, a las que asistían entre 100 y 5 mil personas, dependiendo del número de habitantes y de la fuerza de nuestro movimiento en cada lugar. La asamblea consistía en palabras de bienvenida a cargo de un dirigente local de los partidos del Frente Amplio Progresista o de algún destacado ciudadano. En mi intervención, informaba durante 45 minutos sobre los problemas nacionales y planteaba la necesidad de renovar la vida pública de México. Además, cuando llegaba y cuando me iba, saludaba de mano a la gente en un genuinio ejercicio de diálogo circular.

Gracias a estos encuentros, recogí demandas, sentimientos y preocupaciones de muchos ciudadanos y me enteré con más detalle de la situación económica, social y política del país, desde abajo.

Aunque hay asuntos importantes que no abordaré por razones de espacio, si puedo compartir algunas de mis observaciones, experiencias y reflexiones sobre las características del territorio, la belleza de naturaleza, las actividades económicas, los contrastes entre regiones, la desigualdad, la marginación, la pobreza, la vocación de trabajo y la inmensa bondad que hay en nuestro pueblo.

Nogaleras y minerales

México es un país de gran diversidad geográfica, donde predominan las zonas semidesérticas, en las vastas extensiones montañosas del norte. En contraste, es muy inferior la superficie de valles, costas y tierras bajas tropicales. En el norte, donde el suelo no es muy fértil y llueve poco, las poblaciones se fueron asentando a la orilla de los ríos y así se desarrollaron la agricultura y la ganadería extensivas.

Para subsanar la escasez de agua, el régimen de Porfirio Díaz inició la construcción de presas, actividad que se intensificó después del triunfo de la revolución junto con la perforación de pozos profundos y la creación de sistemas de riego. De todos modos, en casi todo el norte la sequía es impresionante. Y por lo mismo, ahí donde se logra una plantación de nogales, o nogalera que le llaman, cerca del cauce de un río, la vista se alegra como si en medio del desierto apareciera un oasis.

Viajando por distintas regiones del norte, uno no puede dejar de pensar en que debajo de esa tierra árida proliferó, y fue saqueada por siglos, la gran riqueza mineral del subsuelo, que hoy es todavía causa de la más inhumana explotación de los trabajadores. Cuando uno recorre las laderas de los cerros de Concepción del Oro, Zacatecas, hacia Melchor Ocampo, saltan a la vista los vestigios de pueblos mineros abandonados en la época colonial y el siglo XIX, y lo mismo pasa al llegar por el túnel de Ogarrio, el más largo construido por el porfiriato, al bello Real de Catorce, en San Luis Potosí.

El centro y el sur del país, por lo contrario, poseen mucha más fertilidad, al extremo de que en Tabasco hay tanta agua como cielo. Paradójicamente, aunque es mucho menos montañoso que el norte y que el centro, donde despuntan los volcanes del valle de México, el sur tiene las cimas más elevadas de la orografía nacional, como por ejemplo el Pico de Orizaba o el Cofre de Perote, sin olvidar que hay zonas muy altas en la sierra sur de Oaxaca o en la sierra de Chiapas limítrofe con Guatemala, donde los nombres de los pueblos contradicen a la realidad, porque se llaman El Porvenir, La Grandeza y Bellavista y son de los más pobres y marginados que he visto. Así como las nogaleras y la minería son características del norte, el sur es la región natural del café.

La doble vida de las barrancas

En cuanto a belleza, todo México es espléndido. Se puede pensar que las grandes llanuras y los cerros pelones del norte son monótonos, pero no es así, hay una asombrosa variedad de formas. En las cumbres de Durango, en la Sierra Tarahumara, en la península de Baja California, en las montañas de Coahuila, Sonora o de Nuevo León, de repente, en medio del camino, surgen rocas gigantescas, que parecen esculpidas por la mano del hombre, con aspecto de aguilas, frailes, sillas, dientes, pirinolas.

Es imposible dejar de admirar las cordilleras, los despeñaderos, las cuevas, las cascadas que brillan desde lejos como hilos de plata, o las grandes mesetas con su extraordinaria diversidad de cactos. Y por todas partes hay cerros majestuosos e históricos, que tienen nombre propio, cerros con plataformas y peñascos, entre los que sobresalen los cañones y las barrancas con distintos climas, vegetación y culturas, arriba y abajo, como ocurre al pie de la Barranca del Cobre, donde crecen los plátanos y los cocoteros, mientras en lo alto abundan los pinos y las casas con chimenea. Otro caso representativo de esta dualidad es el de la Misión, Hidalgo, donde el delicioso chile rallado se siembra abajo y luego se transplanta y se cosecha arriba.

En enero de 2007, visité algunos municipios de Chihuahua. Estaba nevando y había hielo sobre la carretera de Parral a Guadalupe y Calvo. Ahí se encuentra el cerro más alto de ese estado, el Mohinora, un pico a 3 mil 300 metros sobre el nivel del mar. En esa gira fuimos también a Madera, municipio emblemático porque ahí nació, en los tiempos de mayor opresión política, la guerrilla mexicana moderna con el asalto al cuartel militar. Y qué decir de la monumental sierra de la Rumorosa, en el camino de Mexicali a Tijuana, o de los manglares de la costa de Nayarit, o de los cielos estrellados de la sierra de Sonora, o de las puestas de sol de Caneto de Comonfort en Durango.

Por mi origen, desde luego, disfruto más la flora y la fauna exuberante de las zonas cálidas de gran humedad. Me gustan mucho las Huastecas, la potosina, la hidalguense y la veracruzana; todas las regiones de Michoacán, los paisajes del estado de México, la Sierra de Puebla con sus impresionantes caídas de agua, las costas del Pacífico; las grandes lagunas costeras del Golfo; los pantanos de Tabasco con su flor del sol y sus noches de plenilunio; el mar turquesa del Caribe y la belleza natural de todo Chiapas.

Las frutas de Tepeyanco

Los nombres de los municipios mexicanos suelen ser de héroes y de santos, aunque predominan los que se componen de palabras indígenas en lengua náhuatl. En cuanto a la arquitectura, la mayoría de las cabeceras municipales tiene su plaza central con kiosco, rodeada de portales, su iglesia o convento antiguo y su palacio de gobierno. Las calles principales ostentan los nombres de nuestros héroes: Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, o se llaman Independencia, Reforma o Revolución. Cuando uno topa en una calle con cualquiera de estos nombres, sabe que está en el centro del pueblo, cerca de la plaza pública. Por lo general, es más antiguo y majestuoso el templo católico que el edificio del ayuntamiento. Puebla, sin duda, es el estado con las iglesias más bellas. Las plazas son agradables, pese a que han sido remodeladas más de una vez, por autoridades que desean dar la imagen de que trabajan y también para justificar la corrupción.

Tengo presentes las ceibas centenarias de la plaza de Ocampo, Tamaulipas y la de Huitiupán, Chiapas, tan antiguas como las de la zona arqueológica de Yaxchilán, a la orilla del río Usumacinta, en la frontera con Guatemala. En el jardín principal de Tepeyanco en Tlaxcala, hay árboles frutales y la cosecha se vende para dar mantenimiento a la plaza.

Es un placer visitar Cuchillo Parado en Chihuahua, donde comenzó la Revolución Mexicana antes del 20 de noviembre de 1910; o la remota y serrana comunidad de Ayoxustla, en Puebla, donde se firmó el Plan de Ayala. En verdad, ha sido un privilegio haber podido estar en tantos sitios y poblaciones de relevancia histórica.

Hay muchos pueblos bellos en todo México, pueblos mágicos, como se les llama ahora, aunque no todos han sido catalogados así por la Unesco. Uno de ellos es San Sebastián del Oeste, en Jalisco, que es realmente hermoso.

Los caminos de la corrupción

Es notoria la carencia de infraestructura y de servicios básicos en los municipios. De los 2 mil 38 que visité, 108 no cuentan con caminos pavimentados a sus cabeceras municipales. El estado más atrasado en este aspecto es Oaxaca; de sus 152 municipios de régimen de partido, hay 36 sin pavimento. Le sigue Puebla con 15; allí y en la región de la Montaña de Guerrero, constaté no sólo el mal estado de los caminos, y vi que los nuevos, los que apenas están construyendo, son de tan mala calidad que a más tardar en un año volverán a ser de terracería.

En esta rama de actividades es común que constructoras privadas se asocien con los gobernadores o con los secretarios de Obras Públicas para obtener contratos mediante la entrega de dinero a funcionarios; por lo tanto, realizan trabajos de mala calidad, sólo para “aguantar entrega”. Y, en las tierras bajas, donde son frecuentes las lluvias, muchas veces no compactan bien o no llevan a cabo obras de drenaje, lo que provoca hundimientos y la destrucción de la de por sí delgada capa de pavimento.

De igual forma, en las zonas altas o de terrenos quebrados, no construyen buenos taludes y las lluvias ocasionan derrumbes que se llevan tramos completos de carretera. En este caso, cuando se inauguran las obras, sólo se recorre una parte del camino y se destaca, entre palmadas y elogios, los seis metros de ancho de la carpeta asfáltica, pero no se toma en cuenta el problema de los taludes y de los derrumbes, que a menudo provocan la muerte de personas, como sucedió el 5 de julio de 2007, en el tramo de la carretera Coxcatlán-Tlacotepec de Porfirio Díaz, en la sierra Negra de Puebla.

El ejemplo de San José Tenango

Es más, hay caminos que aparecen como pavimentados en las guías roji de carreteras, que se elaboran con información oficial, pero realmente son de terracería y, seguramente, fueron cobrados de antemano. Sin duda, los estados con peores caminos son los del sur del país; en este orden: Oaxaca, Guerrero, Puebla, Veracruz e Hidalgo. Aunque también hay malos caminos en San Luis Potosí, Guanajuato, Chihuahua, Nayarit, Durango y Sonora. En muchos lugares, ante la falta de mantenimiento gubernamental a las carreteras, hombres, mujeres y niños se dedican a tapar los hoyos con tierra y reciben cooperación voluntaria de quienes las transitan.

En cuanto a las vías interestatales, el contraste es evidente entre el norte, el centro y el sur del país. En esta última región hasta las llamadas autopistas de paga están en pésimas condiciones. Sin embargo, como en todo, hay honrosas excepciones. No puedo dejar de reconocer que en San José Tenango, en la Sierra Mazateca de Oaxaca, un presidente municipal del PRD organizó a la gente y decidió usar los escasos recursos del ayuntamiento para construir de concreto y con mano de obra de las comunidades, el camino hacia Huautla de Jiménez, que llevaba años intransitable. Me tocó, al fin de esa administración, en 2007, dar el Grito de Independencia en este pueblo y constatar la alegría de la gente porque estaban por inaugurar el camino que habían deseado toda su vida. Allí, por cierto, en las elecciones de finales de ese año, a pesar del gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, el PRD volvió a ganar. Ojalá y todas las autoridades surgidas de nuestro movimiento sigan este ejemplo de honestidad y trabajo.

SEGUNDO.- En todo el país la gente del pueblo es buena y trabajadora. Los norteños son muy emprendedores. Por lo general, son serios, poco expresivos, pero muy respetuosos. En las asambleas escuchan atentamente, no aplauden con facilidad, actúan como ciudadanos en sentido clásico, son más razón que pasión. La gente más progresista del norte es la de Nayarit, Sinaloa, La Laguna, el sur de Sonora, Colima y las Baja Californias. También lo son quienes viven en las ciudades fronterizas, posiblemente por el fenómeno migratorio. En Michoacán, por su gran cultura purhépecha y por las enseñanzas de Morelos, Ocampo, Mújica y el general Lázaro Cárdenas, la gente es liberal y de vocación social bien arraigada. Jalisco, contra lo que se piensa, no es conservador, le ayuda la influencia de Michoacán, su población de origen indígena, el carácter abierto de los costeños, y el espíritu cosmopolita de Guadalajara.

En el centro del país predomina la influencia de la gran ciudad de México. Mucha gente de los estados más cercanos ha emigrado al Distrito Federal y mantiene comunicación con familiares que todavía viven en pueblos de San Luis Potosí, Querétaro, Hidalgo, estado de México, Guanajuato, Michoacán, Puebla, Tlaxcala, Morelos, Oaxaca y Veracruz. En toda esta región predominan las culturas indígenas, la población es trabajadora y generosa. Mención especial merecen los habitantes de la ciudad de México, los más progresistas del país, los más informados y politizados pero, sobre todo, los más solidarios. Mi admiración y respeto a los guerrerenses por su ejemplar vocación de lucha. Siempre han demostrado su amor por la libertad y la justicia. Los habitantes del sureste son festivos y están llenos de pasión. Alguien dijo que un tabasqueño vive en un día las pasiones, los amores, las desdichas y las alegrías, que le llevaría un año experimentar a otros seres humanos.

Un país abundante en pobreza

En México los más pobres son los indígenas de todas las regiones y etnias. Fue tan cruel la conquista y la colonia que, en pos de la libertad y de sus culturas, y para salvarse de la esclavitud y la encomienda, se fueron remontando a las partes más alejadas e inhóspitas del territorio. Es el caso de los huicholes, coras y tepehuanes de las sierras de Jalisco, Zacatecas, Durango y Nayarit; el de los tarahumaras de Chihuahua, de los yaquis de Sonora, el de los náhuas de las montañas de Puebla, o de los chontales de los pantanos de Tabasco. Como sabemos, todos los pueblos originarios estaban asentados en los mejores valles o en las franjas costeras y con la colonización se les despojó de sus tierras y se fueron a proteger a zonas inaccesibles, “de refugio”.

No sólo padecieron durante la colonia, sino después de la independencia y hasta el porfiriato en que eran acosados por enganchadores para ser convertidos en peones acasillados de las haciendas. Desde la conquista, la explotación del indígena siempre se ha querido justificar con una supuesta inferioridad racial. Este pensamiento, desgraciadamente, aún persiste. Con frecuencia se olvida que la pobreza no es producto ni de la raza, ni de la fatalidad, ni del destino, ni porque Dios quiere, sino de la injusticia y de la opresión.

La pobreza está por todas partes del país, aunque es más agobiante en las comunidades indígenas del sur y del sureste. Hay mucha pobreza en pueblos como San Juan Cancuc, Chalchihuitán y Chanal, en la zona de Los Altos en Chiapas; duele lo que sucede en muchos municipios y comunidades de Oaxaca; inclusive, en la región de la costa, donde habita población afromexicana que vive en el abandono.

Recuerdo que por un camino de terracerías, llegamos una tarde-noche a Tapextla, comunidad cercana a Cuajinicuilapa, en la zona limítrofe entre Oaxaca y la Costa Chica de Guerrero. Allí, a pesar de la marginación, conservan su cultura y sus bailes tradicionales, zapatean arriba de un tronco hueco de árbol de parota, llamado artesa. En todas las comunidades pobres de México, lo único que no les falta es la música; sea con violín como en Chiapas, o con bandas como en Oaxaca o en la Montaña de Guerrero. En mi visita a Cochoapa, Guerrero, municipio de nueva creación –que surgió al dividirse el territorio de Metlatónoc, considerado el más pobre del país–, me impactó tremendamente el silencio de la gente. Me recibieron con música de banda de acordes tristísimos. Allí me llené de sentimientos. Les dije despacio que nuestra lucha se resume en una frase: arriba los de abajo, arriba los pobres y abajo los privilegios.

También hay mucha pobreza en la sierra de Zongolica, Veracruz; en la sierra de Hidalgo y Puebla, y en las Huastecas; lo cierto es que la pobreza está extendida por todo el país.

La despoblación del campo

En los tiempos de la política neoliberal o de pillaje, el sur-sureste se ha vuelto como Centroamérica y el norte se ha empobrecido como era antes el sur-sureste. Durango es el estado con más pobreza en el norte. Recientemente estuve en Benjamín Hill, Sonora, que antes de la privatización de los ferrocarriles era una importante estación del tren; ahora es un pueblo desolado, con población desempleada, y esto se repite en muchos otros municipios de esa región. No olvidemos que en los últimos 26 años, el modelo económico impuesto ha consistido en la creación de islotes de progreso rodeados de pobreza.

La mayor parte del territorio nacional se despobló por el abandono al campo y la gente se ha ido a vivir y a buscarse la vida al extranjero, a ciudades fronterizas, a centros turísticos y a algunas ciudades del interior del país. De los 2 mil 38 municipios que visité, la mitad tiene ahora menos población que en 1980.

Por el fenómeno migratorio hay pueblos abandonados o donde sólo viven ancianos, mujeres y niños, porque los jóvenes han salido a buscar oportunidades a otras partes o del otro lado de la frontera. Este éxodo ha servido como válvula para aminorar la presión y evitar un estallido social. Imaginemos lo que hubiese pasado si durante este largo periodo de estancamiento económico y desempleo no hubiesen ido a buscarse la vida a Estados Unidos 8 millones de mexicanos. Ha sido doloroso e infame este exilio forzado por la necesidad de muchos compatriotas, pero al mismo tiempo, ha sido un factor de estabilidad política y social. Además, ha permitido que ingresen remesas anuales por más de 20 mil millones de dólares, en beneficio de las familias de nuestros paisanos y de la economía de los pueblos en muchas regiones. Gracias a la migración, en zonas tradicionalmente pobres de México, como el Valle del Mezquital en Hidalgo o la Mixteca poblana, oaxaqueña y guerrerense, se ven mejoras importantes en las viviendas que ningún programa gubernamental ha propiciado.

TERCERO.- Como expresé anteriormente, en el territorio mexicano predominan las zonas áridas y montañosas, aunque una buena parte es susceptible para la producción agrícola, ganadera y forestal. La gran diversidad de suelos y climas permite el cultivo de muchas especies; además, hay en la población una importante vocación productiva.

Sinaloa es el estado más agrícola de México, es donde hay más sistemas de riego, se usa tecnología moderna y agroquímicos en la siembra de frijol, maíz y hortalizas. Sonora es el principal productor de trigo. Tamaulipas de sorgo. Aunque también sobresalen, en cultivos de ciclo corto, Baja California, Jalisco y el Bajío. Es admirable lo que hacen, sin apoyo gubernamental, los campesinos pobres productores de frijol de Zacatecas, Durango, San Luis Potosí y Nayarit.

Más bien por cultura, para sobrevivir, para no emigrar, siguen sembrando, a pesar de que constantemente aumentan los precios de los insumos, en particular del fertilizante, que subió en un año hasta 300 por ciento, y de que les pagan cuatros pesos por kilo cuando se vende en 20 al consumidor. Este mismo amor a la tierra y al trabajo lo comparten los productores que cultivan, sobre todo, maíz en las comunidades campesinas e indígenas, en pequeñas propiedades y ejidos del centro, sur y sureste. La mayoría lo hace sin crédito, sin asistencia técnica y obtienen en promedio dos toneladas por hectárea, a diferencia de Sinaloa donde se cosechan hasta 10 toneladas por hectárea.

La amarga industria del azucar

En el sureste es muy poco lo que se produce para el mercado, casi todo es para el autoconsumo y la economía familiar; es decir, se combina la agricultura con la crianza de animales de corral como gallinas, pavos y cerdos. Me detengo también en describir un poco la gran vocación productiva de los campesinos del Valle de México, incluyendo a Hidalgo, Puebla y Tlaxcala; estos últimos siempre se han parecido por su laboriosidad a los pobladores de China: trabajan hombres, mujeres y niños, desde muy temprano hasta que anochece, en pequeñas parcelas, donde siembran maíz, frijol y hortalizas, pero además, en los solares o patios tienen borregos, chivos o vacas, y dentro de la casa el telar; es la economía campesina familiar más integrada del país.

El café es un cultivo clave para el bienestar de muchas familias campesinas. Se produce en las zonas más pobres de México, donde vive la población indígena más marginada. Hablo de la Montaña de Guerrero, de Hidalgo, Puebla, Veracruz, Oaxaca y Chiapas. La calidad del café mexicano es de primera; tiene el aroma y la fortaleza que le da la altura donde se cosecha; es injusto e irresponsable que no haya un proyecto de fomento al cultivo y a la comercialización del café y que los habitantes de estas zonas cafetaleras, sobre todo los jóvenes, estén emigrando por falta de trabajo y bienestar. Estoy más que convencido de que debe aplicarse un subsidio directo al productor para mejorar las condiciones de vida de miles de familias campesinas y evitar una mayor descomposición social.

Aún con la tremenda crisis del campo, sigue en pie la industria azucarera. Aunque, como siempre, los dueños de los ingenios han sido apoyados por el gobierno, al grado que recientemente con el gobierno de Fox se expropiaron “inexplicablemente” 27 ingenios y el resultado fue que los empresarios ganaron los juicios y lograron que les devolvieran sus instalaciones. Este “ensayo” le costó al erario 13 mil millones de pesos. A pesar de todo, la producción de azúcar es muy importante, porque no sólo genera riqueza, sino que la distribuye. De esta actividad viven más de 400 mil familias. Donde hay un ingenio se ayudan los productores, los cortadores de caña, los trabajadores de la industria, mecánicos, choferes y el comercio de la región; por eso hay que evitar que se cierren, porque significaría más ruina y pobreza.

Vacas a 5 pesos kilo

Las plantaciones de frutas y de otros productos están extendidas por todo el territorio nacional. Se cultivan flores en el estado de México; nopales en Milpa Alta, Distrito Federal; agave en Jalisco y Guanajuato; manzanas en Cuauhtémoc, Chihuahua y en Puebla; la vid en Valle de Guadalupe, Baja California, así como en Sonora, Aguascalientes y Coahuila; la nuez en Durango, Coahuila, Chihuahua y Nuevo León; el aguacate en Tancítaro, Peribán y Uruapan, Michoacán; la guayaba en Zitácuaro y Benito Juárez, Michoacán, y en Calvillo, Aguascalientes; el limón en Colima; la naranja en Álamo, Veracruz, Nuevo León y Tamaulipas; el plátano en Teapa, Tabasco, Tapachula, Chiapas y San Rafael, Veracruz; el cacao en Tabasco; el melón en La Laguna; las piñas, en Loma Bonita, Oaxaca e Isla, Veracruz; el mango en Veracruz; la papaya en Chiapas; el coco en Guerrero; y recientemente, se han venido introduciendo nuevos cultivos como la palmera para la elaboración de aceites en Palenque, Chiapas, y se está sembrando para la exportación frambuesa en Jocotepec, Jalisco, y arándano en los Reyes, Michoacán.

La ganadería, sobre todo la crianza de bovinos, está en franca decadencia. Se ve poco ganado y muchos potreros abandonados. Hay miles de hectáreas de praderas amarillas, sin animales, en Chihuahua y Durango. Hay corrales de engorda en los estados del norte, pero no abundan. Un pequeño ganadero de San Bernardo, Durango, y esto me lo repitieron en Chihuahua, Sonora, Veracruz, Chiapas y Tabasco, me explicó con enojo que les pagaban las vacas en pie a 5 pesos el kilo y a 16 pesos el becerro, cuando todavía hace seis años recibían el doble.

Es inexplicable que una vaca de 400 kilos cueste dos mil pesos, que a los productores les paguen 5 pesos por kilo y la carne se venda al consumidor a 50 pesos el kilo. La ganadería es de las actividades más afectadas por las políticas de apertura comercial sin límites, que empezó a aplicarse desde 1983, porque se puso a competir a los productores nacionales con los extranjeros en condiciones de desigualdad. En Estados Unidos el productor de carne tiene un subsidio equivalente al 50 por ciento de su costo de producción, y hay países de Europa en donde al productor lo subsidian con dos dólares diarios por cabeza de ganado, mientras en México están abandonados a su suerte.

CUARTO.- En mis recorridos por el país pude comprobar que en los últimos tiempos se ha reactivado la explotación minera. Se trata de una actividad dominada básicamente por tres consorcios nacionales –Minera México, Peñoles y Grupo Carso–, así como por empresas extranjeras, sobre todo canadienses.

La privatización de este sector se ha llevado a cabo de manera silenciosa, pero profunda. Durante el gobierno de Salinas se reformó el artículo 27 y se concesionó a particulares, nacionales y extranjeros, la explotación de los recursos mineros. Bajo el gobierno de Vicente Fox se ampliaron las concesiones de 25 a 50 años, con la posibilidad de prorrogarse. Actualmente, se encuentran concesionadas 24.5 millones de hectáreas del territorio nacional, superficie equivalente a la extensión del estado de Chihuahua, el más grande del país. De modo que, prácticamente, toda la superficie y el subsuelo con potencial minero han sido enajenados para el aprovechamiento de unas cuantas compañías nacionales y extranjeras.

Esta desaforada entrega de bienes de la nación y los altos precios de los metales en el mercado internacional, propiciaron que la minería creciera más que otros sectores de la economía. En materia de metales preciosos, la producción de oro pasó de 6.2 toneladas en 1980 a 39.3 para 2007, un incremento de 533 por ciento; la extracción de plata aumentó de mil 500 toneladas a 2 mil 311 (60 por ciento); y en lo que se refiere a metales industriales no ferrosos, destaca la producción de cobre y zinc, que creció de 414 mil a 762 mil toneladas (84 por ciento en promedio).

Según cifras oficiales, el valor total de la producción minera en 2007 fue de 113 mil 429 millones de pesos. Sin embargo, esta bonanza ha generado muy pocos beneficios al pueblo y a la nación. La actual explotación minera se parece mucho a lo que pasaba durante el porfiriato, los dueños de las compañías se llevan todas las ganancias, no pagan impuestos, los trabajadores reciben bajos salarios, no cuentan con protección ni con la debida seguridad social, y los sindicatos, con la complacencia del gobierno, están siendo tomados por las empresas, independientemente del cuestionamiento que se les pueda hacer a sus dirigentes.

Cerro de San Pedro y Mulatos: desesperación y resistencia

Los enclaves mineros son como pequeños estados dentro del territorio nacional. Los dueños de las empresas dominan todo; tienen guardias blancas, en los lugares más recónditos han construido hoteles y casas para sus directivos, mientras que los obreros carecen hasta de lo más indispensable y los pueblos donde se encuentra el mineral están en el más completo abandono. Visité municipios mineros como Moris, Ocampo, Témoris, Chinipas y Urique, en Chihuahua, y Tayoltita y Topia, en Durango, y tuvimos que transitar por caminos de terracería en pésimas condiciones. A Tayoltita se llega después de cinco horas de viaje por una brecha. El oro lo sacan por avión, hace cien años la mina era explotada por norteamericanos, y ahora por canadienses. En Urique sucede lo mismo, ahí se encuentra la mina El Zauzal en manos de la empresa canadiense Goldscorp Inc, que es la que más oro produce en el país (alrededor de 9.5 toneladas al año, 25 por ciento de la producción nacional).

Los abusos de las compañías indignan y se repiten por todas partes; cuando estuve en Sahuaripa, Sonora, pobladores de Mulatos, una comunidad de ese municipio me pidieron con desesperación que les ayudáramos porque la compañía canadiense Alamos Golden Inc, que explota oro desde hace cinco años, está devastando el ecosistema, contaminando mantos acuíferos, arroyos y ríos, causando la mortandad de peces y ganado. Incluso, tiene la intención de desaparecer la comunidad porque debajo del poblado se encuentra la veta más grande que pretenden explotar.

Lo mismo me manifestaron en Melchor Ocampo, Zacatecas, en Huizopa, Chihuahua y en Cerro de San Pedro, San Luis Potosí. En este último municipio, sus pobladores han dado una lucha heroica no sólo en contra de otra minera canadiense Metallica Resources, sino del gobierno del estado y del federal. Allí fue asesinado con vileza el presidente municipal por oponerse a la destrucción del poblado y del cerro emblemático que aparece en el escudo del estado de San Luis Potosí. En Cananea, Sonora, la complicidad entre autoridades y la Minera México es absoluta; los trabajadores llevan año y medio en huelga, el gobernador de Sonora mandó a la policía a reprimirlos, les cerraron el hospital, les quitaron el agua; las autoridades laborales están entregadas a la empresa y, por si fuera poco, el actual secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, era el abogado de la empresa.

Quiero señalar que de ningún modo me opongo al desarrollo de la minería, creo que es una fuente importante para la generación de empleos, pero es inaceptable el modelo depredador imperante, sustentado en la sobreexplotación de los trabajadores y de los recursos naturales. Es obvio que en Canadá no se permite esta ignominia y siempre he pensado que progreso sin justicia es retroceso. Es inhumano que a tres años de la tragedia de Pasta de Conchos, no se haya obligado a los dueños de la Minera México a rescatar los cuerpos de los mineros, como lo demandan sus familiares.

El absurdo del petróleo: vender naranjas y comprar jugo de naranja

El petróleo es el principal recurso con que cuenta el país para su desarrollo. Estoy convencido de que si se cuida y se explota de manera integral, podría convertirse en el eje de la economía nacional. En mis recorridos por las zonas petroleras me di cuenta de cómo se puede utilizar toda la cadena de valor del sector energético –desde la exploración de yacimientos, la perforación, la producción de crudo y de gas, la refinación, la industria petroquímica, la generación de electricidad y el desarrollo de energías alternativas– para proporcionar al consumidor, y a la industria nacional, combustibles e insumos baratos que impulsen el desarrollo y la generación de empleos.

Es absurdo que se siga vendiendo petróleo crudo, como materia prima, al extranjero, y compremos casi la mitad de las gasolinas que consumimos, el 18 por ciento del diesel, el 15 por ciento del gas LP y el 15 por ciento del gas natural. Es como vender naranjas y comprar jugo de naranja. Esta irracionalidad sólo se explica por el afán privatizador y los compromisos con empresas y organismos internacionales. De ahí que haya sido fundamental el Movimiento en Defensa del Petróleo.

El año pasado, con la participación entusiasta y decidida de miles de mujeres y hombres, se pudo frenar el propósito de la derecha, de reformar las leyes para entregar la refinación, el transporte, los ductos y el almacenamiento de petrolíferos a particulares, sobre todo a extranjeros. Pero esto aún no termina, continúa el acecho. Es mucha la ambición que provoca este recurso natural estratégico. Sobre todo, debemos estar atentos porque quieren otorgar concesiones a empresas petroleras extranjeras para explorar y explotar nuestro petróleo en áreas o bloques exclusivos del territorio nacional.

Al igual que en la minería, pretenden que la zona petrolera del país se divida en lotes, como ya se anunció en Chicontepec, Veracruz. Pero estamos decididos a impedirlo. El sector energético debe estar única y exclusivamente al servicio del pueblo y de la nación. Más temprano que tarde, vamos a cambiar la política energética, que ha resultado un verdadero desastre. Sólo recuerdo que si no nos hubiesen robado la Presidencia de la República, actualmente estarían por terminarse las tres refinerías que necesita el país para dejar de comprar las gasolinas y el diesel en el extranjero.

8 de cada 10 empleos son de empresas pequeñas

Además, estoy convencido que sólo convirtiendo al sector energético en palanca del desarrollo nacional se podrá apostar a la industrialización del país. Es innegable que mientras el precio de los combustibles y de la energía eléctrica estén por encima de los costos en el mercado internacional, nunca podremos ser competitivos. El sostener a la pequeña y a la mediana empresa, al comercio y a la producción agropecuaria para la generación de empleos implica ofrecer un paquete de insumos energéticos a valores accesibles. El objetivo debe ser bajar los precios de las gasolinas, el diesel, el gas y la luz; y junto con otras medidas de fomento, apuntalar a los miles de pequeños negocios que hay por todo México.

Un dato: el 80 por ciento de los empleos en México están sostenidos por las pequeñas y medianas empresas. Tenemos que alentar la creatividad y la vocación productiva de los mexicanos. En todo el territorio hay pequeños talleres y empresas familiares que sin ningún apoyo gubernamental se dedican a la elaboración de muebles, utensilios para el hogar, huaraches, zapatos, monturas, cintos, sombreros, ropa, salsas, dulces, panes, quesos, café y muchos otros alimentos procesados. Hay infinidad de talleres de reparación. Sigue sorprendiendo el ingenio de las mujeres indígenas en la confección de bordados y tejidos, y de los artesanos de Olinalá, en Guerrero o de Zacoalco en Jalisco, y de muchos otros que son creadores de verdaderas obras de arte.

Continúa viva la tradición prehispánica del comercio. Ahí están los mercados que se establecen cada semana en Oaxaca, Puebla o Michoacán, y donde todavía se practica el trueque. O los grandes tianguis de ropa y calzado como los de San Martín Texmelucan, Puebla; Chiconcuac y San Mateo Atenco, en el estado de México. No olvidemos que gracias a este espíritu emprendedor mucha gente ha logrado anteponerse a las adversidades económicas; es más, si no es por la economía informal –que consiste, sencillamente, en que la gente se busca la vida trabajando en lo que puede– y por el fenómeno migratorio, ya hubiese habido un estallido social en nuestro país. Nada de esto ha sido siquiera contemplado por el gobierno usurpador, Calderón en vez de apuntalar las actividades productivas ante el agravamiento de la crisis, sigue empeñado en proteger a los que lo impusieron, a banqueros, grandes empresarios y traficantes de influencias. Se autonombró el presidente del empleo y lo que hay es mortandad de negocios y actualmente seis mil mexicanos están perdiendo sus puestos de trabajo cada día.

Hacia una revaloración del turismo como industria

México tiene mucho potencial turístico. Lo más extraordinario son sus sitios arqueológicos: su patrimonio histórico y cultural. Eso es lo que realmente nos distingue como país. Y la dolorosa paradoja es que los grupos indígenas, herederos directos de este pasado grandioso, viven en la pobreza y el abandono. Estar en Tulum, Cobá, Chichen Itzá, Uxmal, Edzná, Calakmul, Yaxilán, Palenque, Toniná, Comalcalco, La Venta, Tajín, Mitla, Montealbán, Tula, Teotihuacán, Cacaxtla, Cuicuilco, Xochicalco, Paquimé, La Quemada, Trincheras o el Templo Mayor, y tantos otros sitios históricos, es mirar con asombro el vasto conocimiento de nuestros antepasados en ciencia, ingeniería, astronomía, arquitectura, escultura, pintura, obras hidráulicas, agronomía y en organización social y política.

Puede ser que haya otros países con playas tan bellas como las del Caribe mexicano, pero ninguno tiene, además, tan importantes zonas arqueológicas. Por si fuese poco, habría que agregar la arquitectura colonial, las reservas ecológicas, la flora, la fauna, el paisaje y la espléndida y variada comida de todas las regiones de México. Por eso el turismo debe ser más aprovechado para generar empleos y obtener divisas, aunque cuidando siempre nuestro patrimonio histórico y cultural, así como los recursos naturales y los derechos de la gente.

QUINTO.- En esta gira por los municipios del país, dediqué tiempo a reflexionar sobre cómo enfrentar los grandes y graves problemas nacionales. Al igual que otros mexicanos, con frecuencia me he preguntado el por qué si México posee importantes recursos naturales, un pasado cultural extraordinario y cuenta con un pueblo bueno, noble y trabajador, como pocos en el mundo, padece de tanto atraso y de una profunda desigualdad social. Desde mi perspectiva, los males que aquejan a la mayoría de los mexicanos y atormentan a la nación, han sido causados por el pequeño grupo que realmente manda y decide sobre los asuntos públicos del país, que se ha apoderado de todo: de las instituciones políticas del Estado, de los bienes nacionales y del presupuesto público. En esto radica que, con una naturaleza pródiga y con un pueblo excepcional, se sufra de un proceso de degradación progresiva.

En nuestro país existe una República aparente, simulada, falsa; hay poderes constitucionales, pero en los hechos un grupo ha confiscado todos los poderes. Esta especie de gobierno mafioso o de dictadura encubierta no sólo ha nulificado la vida democrática, sino que ha causado una infame e inmoral desigualdad económica y social. Basta un dato revelador y contundente: en 1987, cuando se desataron las privatizaciones, en la lista de la revista Forbes, donde aparecen los hombres más ricos del mundo, sólo había un mexicano con mil millones de dólares. Al finalizar el gobierno de Salinas, seis años después, ya eran 22. Y el año pasado, los diez más ricos de México acumulaban 100 mil millones de dólares, mientras la mayoría del pueblo ha sido condenada al destierro y a la sobrevivencia. Es claro pues que más allá del discurso neoliberal, el principal propósito de los potentados ha sido el pillaje, el vandalismo, el descarado traslado de dominio de bienes del pueblo a particulares. Ésta es la cruda y amarga realidad: la riqueza de unos pocos se ha edificado sobre el sufrimiento y la desgracia de la inmensa mayoría de los mexicanos.

Y como es evidente, el país ya no soporta más de lo mismo, se requiere un cambio profundo. Sin embargo, todo indica que quienes se sienten amos y señores de México no quieren ceder en nada. Por el contrario, están obcecados en continuar con el saqueo, aunque terminen de destruir a México. Se atienen a que también son dueños o controlan la mayoría de los medios de comunicación y creen que pueden seguir administrando la ignorancia y manipulando impunemente. Pasan por alto que, como decía Abraham Lincoln, al pueblo se le puede engañar una vez, dos veces, pero no se le puede engañar toda la vida.

Cada vez estoy más convencido que la regeneración tendrá que venir desde abajo y con el impulso de la gente, que sólo así se podrá establecer un gobierno verdaderamente del pueblo, donde el interés general esté por encima de ambiciones personales y de grupos. También creo que el proyecto para la transformación del país, debe girar alrededor de cuatro ideas fundamentales: rescatar a las instituciones políticas del Estado; cambiar el modelo económico; moralizar al gobierno; y crear una nueva corriente de pensamiento.

Rescatar a las instituciones políticas del Estado.

No se logrará ningún cambio si los poderes de la Unión y las instituciones públicas continúan al servicio de unos cuantos. Reitero mi concepción esencial: el Estado se encuentra secuestrado por una minoría y esta es la causa principal del desastre nacional. Por eso lo primero debe ser recuperar democráticamente al Estado y convertirlo en el promotor del desarrollo político, económico y social del país. Hay que desechar el engaño de que para crecer, el Estado debe diluirse o subordinarse en beneficio de las fuerzas del mercado. El Estado no puede eludir su responsabilidad pública, ni económica ni social. Su razón de ser es garantizar a todos los ciudadanos una vida digna y justa, con seguridad y bienestar; y su función básica es evitar que los pocos que tienen mucho abusen de los muchos que tienen poco.

Cambiar el modelo económico

Es indispensable eliminar la actual política económica que ni en términos cuantitativos ha dado resultados. México es uno de los países del mundo que menos ha crecido en los últimos años. La nueva política económica tiene que ser conducida por el Estado. Debe impedirse la injerencia de gobiernos extranjeros y de organismos financieros internacionales. En los últimos 26 años ni siquiera se han elaborado planes de desarrollo en el país, todo se ha hecho a partir de recomendaciones y recetas dictadas desde el exterior. El Estado debe recuperar su facultad para planear el desarrollo de acuerdo al interés nacional.

Entre otras cosas, es fundamental rescatar al campo y al sector energético. Desde 1983, se dejó sin apoyo a los productores agropecuarios y se optó absurdamente por comprar los alimentos que consumimos en el extranjero. Y ahora, en consecuencia, hay tierras ociosas, potreros abandonados, se ha despoblado el medio rural y millones de campesinos han tenido que emigrar. En cuanto al sector energético, todo se ha centrado en la sobreexplotación de los yacimientos petroleros para exportar materia prima, petróleo crudo, y comprar afuera gasolinas, diesel, gas y productos petroquímicos. Todo ello porque se descuidó deliberadamente la industria petrolera para poder privatizarla. Tanto para la importación de alimentos, como para la compra de productos derivados del petróleo, el año pasado se destinaron 75 mil millones de dólares, lo que ha llevado a incrementar, cada vez más, el déficit comercial. En otras palabras, se ha dejado pasar la oportunidad de aprovechar el potencial del campo y del sector energético, que podrían ser los pilares del desarrollo del país y las fuentes principales de crecimiento, empleo y bienestar de la población.

Moralizar al gobierno

Es necesario cambiar la forma de hacer política. Este noble oficio se ha pervertido por completo. Hoy la política es sinónimo de engaño, arreglos cupulares y corrupción. Los legisladores, líderes y funcionarios públicos están alejados de los sentimientos del pueblo; sigue prevaleciendo la idea de que la política es cosa de los políticos y no asunto de todos. Este desprecio por la gente no es más que el reflejo de la falta de convicciones y principios. Por eso quienes se dediquen al quehacer público, deben tener ideales y entender la política como imperativo ético y servicio a la comunidad. Para ello no necesariamente hay que convertirnos en teóricos de la política, sino estar dispuestos a aprender y a poner en práctica lecciones sencillas de dignidad, congruencia, honestidad y amor al pueblo. Y siempre he creído que la enseñanza mayor está en la historia de nuestro país. Qué más digno para un mexicano, que seguir el ejemplo de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Villa, Zapata, Flores Magón y el general Lázaro Cárdenas.

SE INICIA PUBLICACIONES DE TRABAJOS REALIZADOS POR LOS EQUIPOS: EQUIPO 8: LA IGLESIA EN MÉXICO

INICIAMOS LA PUBLICACIÓN DE LAS PRIMERAS VERSIONES DE AVANCES DE INVESTIGACIÓN. FELICITO AL EQUIPO QUE ELABORÓ EL TRABAJO QUE INAUGURA ESTA FASE DE APRENDIZAJE YA QUE LOS RESULTADOS MUESTRAN LA CONSTRUCCIÓN COHERENTE DEL TEMA.

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

COLEGIO DE CIENCIAS Y HUMANIDADES
(1) PLANTEL AZCAPOTZALCO

HISTORIA DE MÉXICO II
GRUPO: 403

PROFESORA: SUSANA HUERTA G.

DIOSSER: “LA IGLESIA EN MÉXICO”

EQUIPO 8:

FERNANDEZ LÓPEZ JUAN JOSÉ
GARCIA FRIAS FELIPE
HOYOS SALDIVAR ITZEL ANAID
MERCADO RODRÍGUEZ OMAR
ORTEGA ARGUETA NÉSTOR OSVALDO
TREJO ROSALES LUISA GABRIELA



ABRIL 2009
______________________
Introducción

Inmediatamente después de la derrota azteca, llegaron a la Nueva España grupos de sacerdotes católicos. Pertenecían a órdenes religiosas de misioneros, es decir, a grupos que tenían organización y disciplina propias, cuya tarea era la de extender la religión entre aquellos considerados infieles o idólatras.

Las órdenes religiosas que llegaron primero a la colonia fueron las de los franciscanos, los dominicos y los agustinos.

En 1571, se extendió en la Nueva España la actividad del Santo Oficio de la Inquisición. Esta organización tenía como fin investigar y castigar, con métodos muy crueles, a todos aquellos que no eran fieles católicos. Aunque en la Colonia la acción de la Inquisición fue menos violenta que en España, provocó abusos y temores hasta que fue suprimida.

La Iglesia católica fue un elemento central en la vida de la Colonia. La educación dependía de ella, así como hospitales y hospicios. Los impresionantes templos y conventos que fueron edificados en todas las poblaciones novohispanas son muestra del poder y difusión alcanzados por la religión.
También en las actividades económicas tenía la iglesia un papel importante. El diezmo, impuesto recibido por las autoridades religiosas, así como las donaciones hechas por la monarquía y por los creyentes, dieron a la iglesia grandes capitales, que otorgaba en préstamo a los individuos y aun al gobierno. Asimismo, acumuló numerosas propiedades en las ciudades y en el campo, que como no se podía vender, crearon un acaparamiento poco productivo, lo que provocaría serios problemas durante el siglo XIX.

La Iglesia en su desarrollo se enfrenta a una evolución ideológica, política, social y económica de los individuos y del Estado y no tiene que ajustar su credo, que se considera intangible, sino sus formas de organización y métodos de desarrollar su misión, su sentido social y su vida económica como institución real. Cuando no los ajusta es cuando surgen conflictos con la sociedad y principalmente con el Estado.

El papel de la Iglesia en América[1]

La conquista de América se ejecutó a través de la apabullante superioridad tecnológica y militar europea. Pero esta brutal dominación se complementó con la sutil participación de la Iglesia. Esta institución siempre cumplió un papel funcional a los que ostentaron el poder. Su actuación durante la conquista de América no fue muy distinta del rol cumplido en épocas más recientes, cuando cooperó con regímenes siniestros como los representados por Hitler, Mussolini, Franco o Videla.

Los religiosos buscaron congraciarse con los nativos al ofrecerles algunas formas de protección ante el salvajismo colonizador, para luego someterlos por la vía de la imposición cultural y el sometimiento ideológico.

El solo hecho de haber impuesto una creencia distinta, demuestra el profundo desprecio de los sacerdotes hacia las costumbres ancestrales indígenas. El objetivo de inculcar, catolicismo mediante, la resignación y la docilidad ante el nivel de explotación infrahumano permitió la incorporación de una cuantiosa mano de obra barata y útil para los proyectos de los europeos.

Las mitas y encomiendas sirvieron para organizar la explotación agropecuaria y minera, gran parte de ellas en beneficios de la propia Iglesia.

El rol perverso jugado por esta institución medieval fue tan notorio, que ante el debate desatado sólo pudieron erigir la figura del sacerdote Bartolomé de las Casas, con la intención de neutralizar su complicidad con la barbarie cometida. Pero el propio de las Casas fue un encomendero que empleó a los nativos para su enriquecimiento personal. Luego, cuestionó el sistema y se proclamó a favor de la introducción de negros africanos para reemplazar a los diezmados aborígenes antillanos.

Ante la contundencia de los argumentos, la Iglesia comenzó a ensayar disculpas y pedidos de perdón. Los obispos guatemaltecos así lo hicieron con el pueblo maya y rindieron homenaje a las creencias religiosas nativas “que veían en la naturaleza una manifestación de Dios”

Muchos herederos de los que sufrieron en carne propia las atrocidades de los invasores europeos y el cínico papel de la Iglesia, aprovecharon la oportunidad del viaje de Juan Pablo II a Lima, en 1984, para entregarle una carta firmada por el Movimiento Indio Kollasuyo, el Partido Indio y el Movimiento Túpac Katari, de Bolivia y Perú, que en uno de sus párrafos decía lo siguiente: “Hemos decidido aprovechar la visita del Papa para devolverle su Biblia, pues en cinco siglos no nos ha dado ni paz, ni amor ni justicia... Por favor, llévese su Biblia y désela a nuestros opresores, cuyos corazones y cerebros necesitan más de sus preceptos morales... Recibimos la Biblia, que fue el arma ideológica del asalto colonialista. La espada española que de día atacaba y mataba cuerpos indios, de noche se volvía cruz que atacaba el alma india…”[2]

EL ESTADO Y LA IGLESIA[3]

Un problema que ha tenido México desde la iniciación de su vida independiente ha sido el de las relaciones entre Iglesia y el Estado. Las Restricciones que varios preceptos de la Constitución mexicana establecen para la Iglesia, tienen su explicación en nuestra evolución histórica.

Las primeras Constituciones mexicanas, desde 1814, la federalista de 1824 y las centralistas de 1836 y 1843, establecieron para México la religión del Estado. Tema constante de debate entre los doctrinarios mexicanos fue la tolerancia religiosa, ya que en nuestras primeras cartas políticas consagraron la intolerancia.

Aun la Constitución de 1857 dejó pendiente el problema de la tolerancia, porque los artículos referentes a ella no eran explícitos. En cambio, la seculación vendría con las Leyes de Reforma en 1859.
Sin embargo, el problema no se resolvió sino que quedó pendiente, ya que el amparo de una situación de hecho prevaleció la influencia de la iglesia católica. Las Leyes de Reforma de 1859, incorporadas en 1874 a la Constitución de 1857, determinaron la secularización de los bienes del clero.
El artículo 130 de la Constitución de 1917, se establece que corresponde a los poderes federales ejercer en materia de culto religioso y disciplina externa en la intervención que designan las leyes. Las demás autoridades obran como auxiliares y se declara para el Congreso la prohibición de dictar leyes estableciendo cualquier religión.
Recogiendo ideas y principios de las Leyes de Reforma, nuestro código político vigente expresó que el matrimonio es un contrato civil y que éste y los demás actos de estado civil de las personas, son de la estricta competencia de los funcionarios y las autoridades de orden civil.

Disposición que desde su expedición provocó protestas, “la ley no reconoce personalidad alguna de las agrupaciones religiosas denominadas iglesias”; si tomamos en consideración que más del 90%[4] de la población mexicana de ese entonces era católica y actualmente un poco más del 65% lo es.

A su vez, el artículo 27 en la parte correspondiente, establece que las asociaciones religiosas denominadas iglesias, cualquiera que sea su credo, no podrán en ningún caso tener capacidad para adquirir, poseer o administrar bienes raíces, ni capitales impuestos sobre ellos; y los que tuvieran actualmente por sí o por interpósita persona, entrarán al dominio de la nación.

Estos preceptos y el artículo 3° de nuestra Constitución que originaron limitaciones a la educación religiosa, provocaron airadas protestas de la iglesia católica, tanto en México como en numerosos países extranjeros; que junto con la reglamentación del artículo 130 fue la causa inmediata de la rebelión cristera (1926-1929).
En 1929 se celebraron convenios entre las máximas autoridades civiles y eclesiásticas, en las que las segundas reconocieron la supremacía del Estado.


Caricatura política representante de tres momentos en que la iglesia se ha visto amenazada por el Laicismo.

IGLESIA, POLITICA Y PROCESO ELECTORAL.[5]

Polémica ha generado las recientes declaraciones de la jerarquía eclesiástica mexicana, primero en torno a inducir al voto hacia los candidatos del partido de la ultraderecha y segundo al manifestar abiertamente su deseo de antaño y hoy propuesta de reformar el artículo constitucional 130.

No cabe duda alguna que el clero retrógrada y recalcitrante sigue insistiendo en cobrar la factura al gobierno foxista por los compromisos establecidos en campaña con la cúpula eclesiástica mexicana, acuerdos reales y tácitos que hoy exige se cumplan, de otra manera se guardaría silencio, pero ella sabe bien que tal vez no vuelvan a tener mejor coyuntura para presionar según sus intereses, de ahí su actitud ofensiva.

Las declaraciones de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) es un intento más por modificar la constitución para terminar con un estado laico e instaurar uno confesional, de ser así constituiría una regresión histórica, echando por la borda todos los progresos sociales alcanzados gracias a la lucha que ganaron los liberales en nuestro pasado.

El actuar político de la cúpula católica mexicana debemos verlo dentro del contexto del fortalecimiento de la ultraderecha que ve la coyuntura electoral propicia para inducir el voto hacia el PAN para fortalecer el gobierno foxista.

Los obispos que abrieron el fuego se presentan ante la opinión pública como víctimas a quienes se les coarta el derecho de la libre expresión, maniobra que intenta sorprender a nuestro pueblo, removiendo los polvos del lodo de la cristiada teniendo seguramente en sus intenciones reconstruir un movimiento neocristero.

Los vientos mochos soplan sobre nuestro país y con ellos se vislumbran los prejuicios y los dogmas eclesiásticos en la vida social de nuestro país, cosa que mucho conviene al capital transnacional, a la oligarquía mexicana, a la ultraderecha mexicana representada por el PAN y el gobierno foxista.

El objetivo de la cúpula eclesiástica mexicana es claro cuando se afirma en boca del obispo Arizmendi que “si la fe cristiana es verdadera, debe influir en las campañas electorales, en la plataforma de los partidos, en la selección de los candidatos, en la emisión del voto. Si la religión no llega a estos campos, es incompleta, mocha, coja, espiritista; es decir, no es cristiana.” No hay lugar a dudas, el alto clero quiere, desea participar y dirigir los destinos del país, esto es derechización y apunta al fascismo, a la regresión histórica.

Permitir una reforma al artículo 130, referido como lo proponen los obispos traería consecuencias negativas de trascendencia histórica, pues con ello se formaría una conciencia político-religiosa desde el poder oligárquico para seguir apuntalando a una oligarquía mexicana y al capital transnacional, bendiciendo la explotación capitalista.

Históricamente la cúpula eclesiástica en su mayoría ha estado del lado de los opresores: en la conquista bendijeron la campaña colonizadora española contando con la anuencia del vaticano; durante la colonia solapó y justificó el genocidio y la opresión colonial; en tiempos de la guerra de independencia combatieron furibundamente a los insurgentes, ensañándose con aquellos curas que se pusieron del lado de las masas oprimidas; al emerger nuestro país como una nación independiente, están del lado de los conservadores pugnando por regresar a un estado colonial y sobre todo por mantenerse como parte de la clase en el poder, sólo así se puede entender el apoyo total que le dieron a la dictadura de Maximiliano y la invasión francesa; en tiempos de la dictadura porfirista se fortalece como uno de los pilares de la dominación de la dictadura y forma parte de la oligarquía que explota, oprime y se entrega totalmente al extranjero; derrocada la dictadura porfirista no deja de pugnar por exigir sus fueros y organizan la cristiada contra un Estado laico, añorando y tratando de recuperar el poder por medio de las armas, pactando al final con el estado mexicano y dejando en el desamparo a quienes se habían levantado en armas bajo su prédica; hoy con el arribo de la ultraderecha a los pinos, por enésima ocasión apunta sus fuerzas conservadoras para fortalecer el proceso de derechización en nuestro país.

Querer resolver los problemas socioeconómicos de nuestro país con la fe cristiana sólo beneficia a una oligarquía mexicana coludida con el capital transnacional, beneficia a la ultraderecha que pretende regresar al oscurantismo medieval, para la oligarquía y como para el clero conservador efectivamente “no se puede separar fe y política, religión y proceso electoral” porque como capitalistas dan gracias a dios que el pueblo acepte la explotación capitalista por temor al castigo divino, mediatización que les cae como perlas para justificar y mantener la opresión capitalista.

Reformar, derogar el artículo constitucional 130, NO, por el contrario debemos luchar por fortalecer el laicismo en la sociedad mexicana, construir, formar y fortalecer una conciencia popular fincada en los avances de la ciencia y el progreso de la humanidad; establecer lasos de amistad y coordinación de trabajo con aquella parte del clero progresista sensible ante la injusticia social, con ellos por su condición social y cercanía con nuestro pueblo podemos luchar juntos contra la explotación capitalista y las pretensiones panistas-derechistas de llevar a los pinos a los obispos reaccionarios.





(ARRIBA) Caricatura política representando el poder eclesiástico sobre el político.
(ABAJO) Caricatura política irónica sobre la publicidad de la Iglesia.


MARCIAL MACIEL, ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA[6]
Para unos es un guía y casi santo; para otros, un pederasta. El sobrino de generales cristeros y cuatro obispos fundó la Legión de Cristo. Es un caso de estudio, dicen, sobre la desinformación y el culto a la personalidad.

JULIÁN SÁNCHEZ. El Universal. domingo 28 de mayo de 2006.

Llamado por muchos como el "maestro", "el guía", "el padre fundador", Marcial Maciel Degollado también ha sido calificado como pederasta por quienes sostienen haber sido víctimas de abuso sexual en su juventud como seminaristas, causa por la cual ha recibido la orden de retirarse a "una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público".
… Marcial Maciel fundó en 1941 la Legión de Cristo en la ciudad de México.
"Tres estancias en el sótano de una casa antigua. Unos cuantos periódicos por colchón, la toalla como cobija y de almohada los propios zapatos envueltos en el pantalón. Es el 3 de enero de 1941. Ha nacido la congregación religiosa de los Legionarios de Cristo. Trece jóvenes guiados por un seminarista de 20 años, estudiante de teología", según un relato fundacional.
De acuerdo con la propia congregación, la Legión de Cristo y el Regnum Christi son organizaciones católicas al servicio de la Iglesia y de la sociedad, que trabajan para construir el reino de Cristo.

Es una congregación de sacerdotes de derecho pontificio (que tiene la aprobación plena del Papa y de la Iglesia). Tiene unos 600 sacerdotes y 2 mil 500 seminaristas. El Regnum Christi es una asociación formada en gran parte por laicos; es un movimiento eclesial con decenas de miles de miembros en todo el mundo, que oran y trabajan en obras al servicio de las personas de cualquier clase o condición social.

Para el antropólogo Elio Masferrer, la Legión es una propuesta lateral sobre la Iglesia católica, que crea mucho conflicto al resto de los católicos, pues representa una opción preferencial por los ricos, dejando fuera a otros sectores.
Maciel ha construido un liderazgo excluyente dentro de la Iglesia católica y prácticamente su conflicto no es sólo con la Teología de la Liberación, sino también con el Opus Dei, señala Masferrer.
Marcial Maciel, quien también fundó el Instituto Cumbres y la Universidad Anáhuac, ha sido considerado como un gran hombre religioso por muchos de los que han estado cerca de él, y exaltan toda su obra religiosa y educativa que ha tenido influencia en el ámbito mundial.
"El contacto con el sufrimiento humano marcó en él, desde su infancia, una profunda preocupación por el hombre, en todas sus dimensiones", se lee en su biografía, que resalta que a través de los legionarios y miembros del Movimiento de Apostolado Regnum Christi ha creado cientos de centros destinados al fomento de los valores de la familia.

Creó fundaciones para la promoción del "auténtico feminismo", instituciones especializadas en programas de desarrollo humano integral y la superación personal de jóvenes y adultos, especialmente en el mundo obrero.

Contrario a los logros que ha tenido en materia cultural, educativa, social y religiosa, la figura de Marcial Maciel se ha visto dañada con las acusaciones de pederastia, por parte de un grupo de ex legionarios.
Uno de ellos, José Barba, lo define como fascista que ha hecho un culto a la personalidad y que tiene una identidad narcisista y teológicamente se ha considerado como una figura de Dios, pues él mismo ha fomentado dentro de los legionarios, su imagen de superior y representante de Dios.
De acuerdo con Barba, Maciel es una persona anacrónica, y quizá esa sea parte de la razón de su caída, pues su tendencia fascista hoy representa una contracorriente.


Foto del Papa Juan Pablo II dando la bendición a Marcial Maciel, quienes se dice fueron grandes amigos y es por esto que durante este papado se encubrieron los crímenes de Maciel.

EL CASO MACIEL, DETONANTE DE LOS ESCÁNDALOS DE PEDERASTIA[7]
Tras la denuncia contra Maciel se abrieron algunos huecos en el velo de silencio que cubría los abusos sexuales de menores.La Jornada On Line Publicado: 31/01/2008 15:21
México, DF. En noviembre de 1997, ocho antiguos miembros de la orden de la Legión de Cristo enviaron una carta al papa Juan Pablo II. En ella, le hablaban de “un sacerdote y religioso muy allegado a Vos, que repetidamente abusó, antaño, sexualmente y de otras maneras, de nosotros, indefensos”. Ese sacerdote se llamaba Marcial Maciel. En 1941 había fundado la orden a la que en algún momento pertenecieron los denunciantes y en 1959 había inaugurado su brazo secular, la congregación del Reino de Cristo.

El escándalo, que terminó de estallar con el envío de la misiva al Vaticano, puso al descubierto un amplio cúmulo de casos de abuso sexual de menores por parte de sacerdotes ocurridos en México y provocó que salieran a la luz varios casos de pederastia en los que participaron figuras públicas o que gozaron de su encubrimiento. En el caso de Maciel, la iglesia católica no informó de ningún procedimiento emprendido contra el cura hasta mayo de 2006. En un escueto comunicado, el Vaticano dijo que no se llevaría a cabo un proceso judicial (no especificaba si realizaría uno administrativo) y que se había “invitado” (no obligado) a Marcial Maciel a retirarse a la vida privada de oración y a no volver a oficiar misa. Aunque los delitos que el legionario habría cometido habían prescrito y no se actuó ni judicial ni canónicamente contra el sacerdote, el escándalo tuvo consecuencias. Otros abusos salieron a la luz gracias a la decisión de esos ocho ex legionarios de denunciar al sacerdote. Tal es el caso que envuelve al cura Nicolás Aguilar, a quien el hoy cardenal Norberto Rivera presuntamente encubrió.

EL GÓBER PRECIOSO Y LOS DEMONIOS DEL EDÉN
El escándalo de Maciel también abrió algunos huecos en el velo de silencio que protegía a los pederastas y las denuncias no tardaron en llegar. Aderezado con frases que después se convertirían en parte del lenguaje popular, el escándalo Marín-Nacif ocupó los titulares de la prensa nacional durante varios meses, aunque los responsables del encubrimiento han quedado a salvo.
En 2005, la periodista de Quintana Roo Lydia Cacho publicó un libro titulado Los demonios del Edén. En él, Cacho documentaba la existencia de una red de pornografía infantil encabezada por un hotelero de Cancún, Jean Succar Kuri, en el que también se mencionaba al “rey de la mezclilla”, Kamel Nacif. Más allá de las denuncias por difamación presentadas por Nacif, su nombre saltó a la fama no tanto por el hecho de que en 2002 el hoy ex presidente Vicente Fox lo presentara como el “empresario ideal”, sino por una conversación con el gobernador de Puebla, Mario Marín, en el que éste reconocía haberle dado “un coscorrón a esa pinche vieja [Lydia Cacho]” y haber ordenado su secuestro en Puebla y su traslado ilegal a una cárcel del Estado.
Esta conversación se hizo pública gracias a una grabación que llegó a La Jornada en febrero de 2006. “Mi góber precioso”, decía Nacif a Marín, “tú eres el héroe de esta película, papá”. Todo, sin embargo, quedó en nada.
SE SABE, PERO NO SE ACTÚA
Como se ve, después de que el caso Maciel salió a la luz, la pederastia comenzó a denunciarse. Sin embargo, falta mucho para que comience a ser castigada.



Caricaturas que critican irónicamente el actuar de la iglesia y el gobierno en torno a la pederastia.
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Conclusiones

Los abusos por parte de la iglesia han existido desde su creación.
Hoy a pesar de que han pasado siglos desde aquellas épocas, seguimos viendo aquellos abusos, que no han cesado por parte de esa institución, uno de ellos es el caso de Marcial Maciel fundador de los Legionarios de Cristo, aquel pederasta, que en la vida de los que fueron abusados él quedaran las huellas profundas del abuso del poder que aun tiene la iglesia.
En el presente nos encontramos en peligro de caer nuevamente bajo el yugo de la iglesia Católica: las reformas que se llevaron acabo por Las Leyes de Reforma en las cuales se le confiscaron las propiedades a la Iglesia Católica se han comenzado a desacatar debido a la llegada del PAN al poder; durante el gobierno de Fox comenzaron la devolución de los bienes y como dicho proyecto quedo inconcluso se ha seguido agilizando por Calderón.
La demanda más reiterada por parte de la Iglesia al gobierno se encuentra en los medios de comunicación, y si bien es cierto que actualmente ya se ven programas religiosos en la televisión abierta, lo que intentan los ministros es no pagar a las televisoras por tiempo, sino que el mismo Estado les asigne un canal en televisión abierta.
La iglesia católica a través de los años ha intentado y demandado la intromisión nuevamente en la educación, intentando trascender en el hecho que en las escuelas públicas se les enseñe la religión católica, y si bien es cierto que las escuelas privadas, muchas son de corte católico, es debido a la diversidad que debe de existir, pero entrometer forzosamente la religión católica en escuelas públicas es encontrarnos con la pérdida del laicismo y la libertad de cultos plasmada en nuestra constitución.
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[1] UNA VISION CRITICA DE LA CONQUISTA DE AMERICA.doc
[2] Diario La Nación, Buenos Aires, 13/2/85.
[3] Capítulo XV, El estado y la Iglesia, Daniel Moreno, “Síntesis de Derecho Constitucional, pp. 57-59.
[4] “La lucha entre el poder civil y el clero”. Estudio histórico y jurídico de Don Emilio Portes Gil, Procurador General de la República, México, 1934.
[5] “El Insurgente” ORGANO DE ANALISIS Y DIFUSION DEL PARTIDO DEMOCRATICO POPULAR REVOLUCIONARIO Y DEL EJERCITO POPULAR REVOLUCIONARIO, AÑO 7, NUM. 55, JUNIO DE 2003
[6] Fragmento de una noticia publicada por el Periódico el Universal. Domingo 28 de mayo de 2009. http://www.el-universal.com.mx/nacion/138795.html
[7] Fragmento extraído de un blog de noticias. http://kikka-roja.blogspot.com/2008/01/murio-marcial-maciel-el-escandalo.html

IGLESIA ESTADO

viernes, 9 de enero de 2009

PARA ANÁLISIS DE LA UNIDAD 3 DEL CURSO DE HISTORIA DE MÉXICO II

Sefchovich, Sara. País de Mentiras. Edit. Océano. México. 2008.
p. 325-326.

La corrupción

En el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y en el de Petróleos Mexicanos, las plazas se heredan o venden. En el del Seguro Social, el contrato colectivo incluye la entrega de más de 200 millones de pesos para promoción de la cultura y el deporte y la organización de festivales y regalos de día de Reyes para los hijos de los trabajadores, dinero sobre el que no se piden cuentas a los líderes.[1] En el de Mineros y Metalúrgicos, el dirigente Napoleón Gómez Urrutia nunca aclaró dónde estaban millones de pesos que "desaparecieron" así nada más y en el de Trabajadores Azucareros el líder fue acusado de "no ingresar a las arcas del gremio 13 millones de dólares producto de la venta del edificio del hospital de los trabajadores a un grupo privado".[2]

¿Para qué pagar la multa si se puede dar mordida y arreglarse con el policía? ¿Para qué pagar la luz si se puede poner un diablito y colgarse o amañar el medidor o conseguir que los trabajadores de la propia empresa "instalen" el robo organizado en alguna fábrica, oficina o comercio? ¿Para qué pagar los impuestos completos si conocemos a alguien que puede vendernos facturas y recibos falsos para bajarlos? ¿Para qué tirar la comida que no se acabó ayer si al revolverla con la nueva ni se nota? ¿Para qué comprar mercancía legal si es más barata la de contrabando?

La corrupción consiste, según las definiciones canónicas, en un acuerdo entre dos partes que beneficia a ambos por encima de la ley.[3] En México, ella forma parte intrínseca e indispensable de la estructura y modo de funcionamiento del sistema político, económico, cultural y mental debido a que "es parte de un problema de diseño institucional y de efectividad y eficiencia gubernamental". Por eso, por más promesas y supuestos esfuerzos que se han hecho para erradicarla ello es imposible: existe dice Rene Millán, un ambien­te y condiciones que la propician y, dice Leticia Juárez, una tolerancia social hacia ella.[4]

¿Quiere usted faltar al trabajo y que le paguen su salario? Compre una incapacidad en el Seguro Social. ¿Quiere usted circular todos los días con su auto? Compre una calcomanía cero. ¿Quiere usted ganar una licitación pública? Invite a cenar al encargado y hágale algún regalito.

Ésta es una carta enviada a una revista: "En el fraccionamiento donde vivo en el puerto de Veracruz hay 140 casas que fueron invadidas por familias que anteriormente ya habían hecho lo mismo, pues todas tienen ya una casa dentro de este fraccionamiento. En ninguno de los dos casos han pagado un solo peso por la compra del inmueble, no pagan predial, no pagan agua, no pagan luz y ¿acaso las autoridades han hecho algo? Claro que no, son intoca­bles y más ahora que habrá elecciones el próximo año".[5]

Y es que en este país son (somos) corruptos tanto el burócrata como el ciudadano, tanto la oficina pública como la empresa privada, tanto el que da como el que recibe, tanto el que acepta como el que calla. O como decía una vieja campaña de televisión: “la corrupción somos todos”…

En la segunda parte, capítulo II. Engaños para consumo interno la autora, trata a la “Justicia Social: ¿un compromiso ineludible? Y señala.. “En México la historia de la lucha por ayudar a los pobres es larga…

La posguerra de la segunda guerra mundial dio lugar a lo que se conoce como el “Estado benefactor”, uno al que se le impuso la obligación, dice Ferenc Fehér, “de curar la enfermedad de la pobreza”. Los vencedores, reunidos en Bretón Woods, se propusieron crear “un nuevo orden económico mundial”, que ayudaría a la recuperación, y que consistía en que el Estado se convertía en agente activo paras promover la educación, la salud y la vivienda. Fue así como nacieron las políticas de seguridad social concebidas como el método moderno para garantizar el bienestar de las mayorías.

En México se adoptaron inmediatamente esas propuestas y pronto se crearon las legislaciones e instituciones encargadas de ello, con un concepto de seguridad social que consistía en atender a los sectores modernizados de la economía: los trabajadores de los sindicatos de industria, petroleros y ferrocarrileros, los burócratas, el ejército y la marina. El gobierno estaba tan orgulloso de su creación que hacía grandes discursos sobre cómo "la seguridad social realiza en su más alto grado el ideal de la solidaridad humana mientras que la asistencia responde a móviles filantrópicos, aquélla tiene una orientación redistributiva, ésta un carácter remedial".73 (Teresa del Carmen Incháustegui Romero, El cambio institucional de la asistencia social en México, 1937-1997”, tesis de doctorado de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, mimeo. México, 1997, pp. 77-81).
Pero dada la situación de miseria que había en el país, resultaba imposible abandonar del todo la ayuda remedial, única que recibían los menesterosos, de modo que se creó también un sistema de asistencia social para la población que estaba fuera de las estructuras corporativas. Así fue como quedó establecida la separación entre políticas asistenciales y políticas de seguridad social, tal que mientras por un lado se creaban las grandes instituciones que sostenían a ésta, por el otro se dejaban funcionando las que se ocupaban aquélla, que de paso servían para que las esposas de los funcionarios tuvieran una ocupación y pudieran lucir sus sombreros.

Y vaya que los lucían. La esposa del presidente Manuel Ávila Camacho se ponía los más elegantes cuando hacía sus grandes eventos: en Navidad obsequiaba ropa a los niños, en Día de Reyes juguetes y en un día especial recientemente instituido en honor a las madres, el 10 de mayo, estufas, planchas y hasta casas a las "reinas del hogar". En alguna ocasión pagó y liberó las boletas de empeño del Monte de Piedad para devolverles sus máquinas de coser a cientos de mujeres y el hecho causo gran revuelo, se le calificó en la prensa de la época de "gesto insólito que será imborrable en los anales del sentimiento mexicano".74 (“Julio Sexto, ”Las primeras damas de la República”, Hoy, 1 de octubre de 1942, p.53) Era no sólo el Estado benefactor sino más bien el Estado paternalista en su máxima expresión.

En el sexenio de Miguel Alemán se crearon la Oficina Nacional del Niño, el Instituto de Bienestar para la Infancia y la Asociación pro Nutrición Infantil. Esta última repartía 15 mil desayunos diarios y aquélla atendía a 6,500 niños en la capital y a otros 10 mil en el resto de la república, poco si pensamos que había 25 millones de habitantes en el país y un millón en la capital, pero suficiente para que se pudiera hablar de lo que se estaba haciendo a favor de los pobres.

Es claro que aunque la asistencia social seguía existiendo y que se había convertido en una atribución y obligación del Estado, no fue una política prioritaria para un país que se las daba de moderno y un régimen que se las daba de ser producto de una revolución. El gobierno mexicano se adornaba con esas instituciones, eran la fachada que se consideraba adecuada. Por eso se hablaba de ellas en los discursos oficiales y no hubo visitante cuya esposa no recorriera alguna guardería infantil y le espetaran discursos como que "el niño bien nutrido es la primera piedra base de una familia, la cual es a su vez el espíritu de una raza fuerte"75 (Anónimo, “Un rayo de luz en la nutrición infantil”, folleto sobre la esposa de Miguel Alemán, s.p.i., s.f.). y otras frases políticamente correctas para la forma de pensar y hablar de entonces.

Ahora bien: es un hecho que los gobiernos hicieron albergues, asilos, clínicas, dispensarios, hospitales, comedores públicos, en un esfuerzo enorme, ni duda cabe, aunque siempre dirigido a lo remedial, es decir, a dar de comer al hambriento y aliviar al enfermo, pero sin ninguna prevención y mucho menos sin acciones para resolver de fondo la pobreza. Como escribió Carlos M Vilas: “No se les ayudaba a salir del pozo sino que se impedía que se hundieran más”. 76 (Carlos M. Vilas, “De ambulancias,k bomberos y policías: la política social de neoliberalismo (notas para una perspectiva macro) op.cit. p.117).
En tiempos del presidente Adolfo López Mateos se le dio un impulso enorme a estas tareas, con la creación de la ley e institución del Seguro Social y la construcción de grandes centros hospitalarios y unidades habitacionales. El aumento de la población cubierta por las instituciones públicas alcanzó casi cinco millones y medio de personas.

Su esposa pudo crear el Instituto Nacional de Protección a la infancia, el cual reforzó el reparto de desayunos escolares llegando a cifras impresionantes… el siguiente gobierno… creo la Institución Mexicana de Asistencia a la Niñez, con propósitos muy similares a los del INPI”…[6]
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[1] “La corrupción tan profunda”, 10 de julio de 2003.
[2] “En sólo dos semanas ¡tres mentiras más!”, 10 de octubre de 2002.
[3] “¿Cómo vivir en México?, 23 de septiembre de 2004; “DE: ¿quién aplica la ley?”, 27 de octubre de 2005.
[4] Prieto Barcellona, “El divorcio entre derecho y justicia en el desarrollo cultural de la modernidad”, Debate Feminista. Vol. 19, abril de 1999, pp. 4-5.
[5] Norberto Bobbio, El tiempo de los derechos, Sistema, Barcelona, 1997, p 28. Este autor usa el término “vinculantes”.
[6] Sefchovich, Sara. País de Mentiras. Edit. Océano. México. 2008. p. 183-185. En esta parte llega en su descripción hasta el gobierno de Fox, mostrando que hasta la fecha no se logra disminuir la pobreza, ni el número de pobres. Se reproduce estos últimos fragmentos, en virtud de que sirven de base para contextualizar la etapa de 1940-70 y también a la protagonista de la película y la novela “Arráncame la Vida”lítica de
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Varios Autores. La Corrupción. Editorial Nuestro Tiempo. Colección Los Grandes Problemas Nacionales. México. 1970. Prólogo: guillermo montano islas. pp.9-24.

Cuando se vive en un ambiente determinado, cuyas características configuran las distintas formas de vida de una sociedad o de un pueblo, que crean hábitos y normas de conducta que por su práctica diaria podrían parecer a primera vista normales, resulta difícil determinar los límites entre lo que se entiende por corrupción y lo que se acepta como honradez. Entre lo que es moral y lo inmoral. Entre la honestidad y la deshonestidad.

Si es cierto que todo el mundo tiene un concepto claro y preciso de lo que estos términos connotan y significan, en un extremo de la gama de matices, es decir, en su cabo más burdo y aparente, no lo es menos que en el otro extremo resulta positivamente difícil dirimir la cuestión, ya que esto depende fundamentalmente del criterio y del ambiente en que tales conceptos tienen vigencia y, en consecuencia, variarán en forma importante según la perspectiva social desde la cual se enfoquen.

El concepto de corrupción, noción casi intuitiva en determinadas circunstancias, es tan amplio, de límites tan vagos y de tan proteicas manifestaciones, que cualquier definición resultaría siempre parcial y demasiado circunscrita y, por lo mismo, incompleta. Por ello es mejor no definirlo, sino interpretarlo; entenderlo y sentirlo a la luz de ciertas premisas preestablecidas.

Este libro, que no pretende examinar las múltiples facetas e innumerables aspectos de la corrupción, y menos aún tratarlos en forma exhaustiva, ya que ello sería punto menos que imposible, tie­ne en cambio el propósito de señalar algunos de los más agudos, dramáticos y trascendentales aspectos que, a manera de cúspides, sobresalen de algo mucho mas profundo y que se encuentra en la base misma de nuestra organización social, con el propósito ulterior de volvernos más concientes, para «acudir nuestra modorra y habitual pasividad y fácil acomodamiento a una situación cada día mal grave y que progresa constantemente, con caracteres cada vez más agudos, deformando y desquiciando nuestra actual forma de vida, que lenta pero inexorablemente nos conducirá a un callejón sin salida, sin otra solución que la explosiva y violenta cuando se haya llegado al límite de paciencia y tolerancia del organismo social.

La corrupción como fenómeno social no es nueva, ni mucho menos privativa de alguna nación, raza u organización social; es tan antigua como la humanidad misma, y viene aparejada como la som­bra a un objeto, siguiendo todas las peripecias y adoptando todas las formas que la historia de la humanidad ha contemplado en su evolución.

La corrupción, a manera de hidra, se infiltra en todas las manifestaciones y en todos los niveles de la vida.

Podríamos anotar, simplemente con fines de catalogación, la corrupción en la vida pública, en la burocracia, en la política, en la justicia, en el periodismo, en la ciencia, en la cultura, en la educación, en la "iniciativa privada", en la banca, en el comercio, en el campo, en los sindicatos, etc. Cada una de estas manifestaciones exterioriza matices propios y autóctonos que permiten diferenciarlas, porque adopta las formas más sutiles y finas, pero siempre recubiertas con un matiz de honradez, a la sombra del cual discurre la existencia en forma aparentemente agradable y estimulante para quie­nes, habituados a vivir en ese ambiente, lo encuentran cómodo y satisfactorio.

La tupida maraña de intereses creados, perfectamente entrelazados y eslabonados, obliga al individuo a moverse dentro de estos canales férreos pero, al mismo tiempo, anchos y fáciles de la ilegalidad, que le impiden en forma casi absoluta discurrir por los caminos de la ley y de la honradez.

Quienes, con agallas suficientes y decidida valentía, pretenden enfrentarse a esta ciclópea estructura casi siempre perecen en el camino, por desadaptados e ilusos.

El mundo se ha conmovido estrepitosamente con motivo de los magnicidios y asesinatos de tipo político que se han venido sucediendo con creciente regularidad en los últimos años, y que por momentos han llamado la atención de la moderna sociedad sobre hechos que, a fuerza de repetirse, han adquirido caracteres de normalidad y familiaridad. Sin embargo, el número de crímenes es infinitamente mayor y aumenta alarmantemente, bajo las condiciones y formas más diversas, en la vida diaria, dentro de lo que cómodamente englobamos en nuestro mundo con el nombre de "lucha por la vida". En efecto, la libre competencia, la libertad de comercio, la libertad de la industria y de algunos otros de los pilares tradicionales del régimen capitalista, a poco de quitarles el baño electrolítico de decencia y de honradez que aparentan tener, exhiben las más bajas, sucias y arteras maniobras que uno pueda imaginar para eliminar a los competidores del mercado, dentro de un régimen social que no sólo permite este tipo de maniobras sino que las propicia al amparo de una justicia de tipo clasista, fundamentalmente al servicio de los grandes capitales y monopolios. En este sistema la avaricia y la usura han sido y son los motores propulsores de las enormes riquezas de individuos, monopolios y naciones.

Desde que la propiedad privada, el dinero y la riqueza han sido el primum movens de la organización social, la corrupción, así como su contrapartida, la honradez, han estado siempre supeditadas a los intereses de clase, a la división entre clases explotadoras y clases explotadas. Durante toda la historia las primeras han propiciado la supervivencia de las segundas, en la medida en que han sido útiles, necesarias e indispensables para el acrecentamiento de la fuerza de las poderosas oligarquías, y es así como nos parece normal, aunque no natural, el que haya que tirar millones y millones de toneladas de artículos alimenticios de primera necesidad, en un mundo en el cual las tres cuartas partes de sus habitantes tienen hambre, tanto crónica como aguda, y carecen de los más elementales servicios humanos; y esto se hace con tal de no bajar el precio de esos artículos, hecho que disminuiría en un poco las ganancias fabulosas de los detentadores del régimen capitalista, cuya voracidad y ansia ilimitada de riqueza, además de no tener límites, adquiere los caracteres de una maldad y deshumanización apenas concebibles. El caso de Biafra es impresionante, ya que es el paradigma dramático de los desajustes entre un mundo que todo lo tiene y otro que todo lo necesita. D número de personas que mueren diariamente de hambre debería, por su cuantía, haber levantado en el mundo capitalista, en el llamado mundo libre y en particular en todos los países ricos, una ola de solidaridad y de comprensión humanas, para evitar que esto suceda y no recibirlo con frialdad y desprecio, como si fuera un hecho normal.

Y las formas que asume la corrupción en África no son privativas de ese continente. Los signos que exhiben la explotación, el relajamiento y la miseria propios de un régimen social decadente, que desde hace largo tiempo vive al margen del estricto código moral que enarboló en sus comienzos, se repiten en cada país de América Latina.

Corrupción, y no otra cosa, son el hambre, la ignorancia y el abandono en que viven millones de personas en las áridas regiones del norte de Chile, y en el nordeste brasileño, en el nordeste de la Argentina, en el sur de México y en las feraces tierras de la América Central; corrupción es el enriquecimiento escandaloso de la oligarquía latinoamericana, la supeditación de industriales y comerciantes a los grandes monopolios extranjeros, la complacencia y el entreguismo de los gobiernos hacia los ricos, y el desprecio a las más legítimo aspiraciones de las masas populares; corrupción es el empleo de la represión y la violencia y, al mismo tiempo, de la intriga y la calumnia de que se valen las clases en el poder para preservar sus privilegios; corrupción es el servilismo de los dirigentes obreros que traicionan a la clase de la cual proceden, el hacinamiento inhumano de millones de familias en viviendas decadentes, improvisadas y sucias, en vecindades y favelas, ranchos y callampas, como lo es también la prostitución, el trabajo de los niños, la evasión sistemática del pago de impuestos y la destrucción genocida de recursos naturales, monumentos artísticos y seres humanos que el imperialismo yanqui realiza en Vietnam.

El caso de los grandes consorcios farmacéuticos, en cuya organización y competencia se impide la baja de productos medicinales de primera necesidad y es casi normal engañar al público mediante dos procedimientos: primero, poner un producto distinto del que anuncian, y segundo, poner menor cantidad de la que anuncian, con las trágicas consecuencias que para la salud de la comunidad pueden traer estas formas de competencia gangsteril. En cuanto a los productos alimenticios, en su preparación química se llega al extremo de producir alimentos contaminados y tóxicos, como los vegetales envenenados con insecticidas. Ambos casos no son sino muestras de un tipo de inmoralidad y corrupción permitidos.

De todos es conocido el papel que juegan la banca y los negocios financieros, origen de muchas de las grandes riquezas actuales, en el desarrollo del mundo capitalista, en el cual el progreso evidente y fundamental de las clases explotadoras se toma como índice del progreso de un país en el que la miseria, el hambre y la ignorancia de las clases productoras de riqueza ascienden a cifras astronómicas. El pecado mortal de esta clase social es ser pobre, e indefectiblemente tiene que pagar los platos rotos.

Como toda la estructuración social, política económica y jurídica del mundo capitalista o "mundo libre" está organizada únicamente para esta clase, de manera de afianzar e incrementar sus intereses, eliminando a sus competidores más débiles, resulta que se crea un mundo nuevo pero muy real, muy poderoso, muy fuerte, al margen de la legalidad de que se sirven para encubrir monstruosas irregularidades e injusticias.

Este fenómeno, esta situación conduce inexorablemente a la sociedad a buscar en el dinero el elemento fundamental y el propósito esencial, así como la meta a la que hay que llegar a toda costa, hecho éste que abre un ancho e ilimitado panorama de facilidades para satisfacer todas las ambiciones de una sociedad, legítimas o ilegítimas, que no tiene límite alguno, ya que éste se puede desplazar más y más, en la medida en que la fuerza del dinero vaya ampliando el radio de acción de las ambiciones.

En muchos de nuestros países, el más escalofriante asesinato puede pasar casi inadvertido si hay dinero suficiente para deformar los hechos, en todos los niveles, hasta hacerlo aparecer como un inocente suicidio.

Se permite y se legaliza el que grandes compañías fraccionadoras improvisen gigantescos conglomerados urbanos y semiurbanos, para robar inicuamente a la gente infeliz que no tiene ni siquiera idea de la enorme trampa en que cae. El tráfico y dramático ejemplo que en el propio corazón de México nos da la Ciudad Netzahualcóyotl, donde viven alrededor de seiscientas mil personas, y algunas decenas de las llamadas eufemísticamente colonias proletarias, cuyo espectáculo durante las recientes inundaciones nos ha ofrecido la más degradante demostración de miseria y abandono, no es sino uno de los mil ejemplos de fraude y corrupción que nos salen al paso.

Algunas grandes firmas comerciales han encontrado un blanco perfecto en la pobreza de las gentes, al hacerlas caer en el anzuelo de las ventas a plazos, mina inagotable de ganancias estratosféricas, bajo un sistema tan bien estructurado que prácticamente resulta inaceptable, para aquéllas, que algún cliente adquiera una mercancía pagándola al contado, porque ello les limita el nuevo tipo de ganancias. Esta forma de agio, perfectamente institucionalizada, hasta el grado de hacerla aparecer como un sistema natural de ventas, con el sólido apoyo de una publicidad mañosamente deformada llega a hacer creer al público consumidor en los beneficios que reportan a su economía estos promotores del bienestar social.

Todas las profesiones llamadas liberales, a las cuales ha aspirado un sector muy importante de nuestra juventud porque en ellas ve la posibilidad de ganar mucho dinero en poco tiempo, meta a la cual se llega por canales perfectamente bien establecidos, que proponen una serie de artificios y una gran cantidad de actos de escasa moralidad, aunque normalmente aceptados, hacen que el servicio público y social al cual se supone están destinadas sea supeditado a la satisfacción de deseos de tipo personal que no tienen límite pero que, de ser posible, siempre van en aumento, y cuya satisfacción tienen que papar en última instancia quienes se supone que van a recibir tales servicios. Es así, por ejemplo, romo ron la "práctica médica de la libre competencia", orientada y transformada en comercio y en industria, el boato, el exhibicionismo y la ostentación suplen socialmente, con buen éxito, a la capacidad, el aludió y la técnica. La mediocridad con buen éxito es catalogada como ciencia y sabiduría.

La práctica de las dicotomías en la percepción de los honorarios profesionales, a todas luces inmoral, así como la corrupción que ejercen muchas firmas farmacéuticas al dar participación a los médicos por cada una de las prescripciones que hagan de determinada droga, no son sino algunos botones de muestra que sirven para ejemplificar un estado de inmoralidad que tiene raíces mucho más hondas y más extensas; y esto en una de las profesiones que a juzgar por el consenso de opinión y por los laxos patrones de moralidad que nos sirven de medida es de las más honestas o, mejor dicho, de las menos deshonestas.

En el mundo universitario y en los niveles de la educación media y superior, donde uno podría suponer que la cultura va aparejada a un grado proporcional de conciencia social, el ejemplo que se ofrece a la juventud es sencillamente deplorable, ya que un porcentaje muy considerable de profesores imparten un mínimo de las clases que debían impartir, y un número más grande aún de las personas que ejercen la docencia y la investigación tienen dos o tres puestos de tiempo completo, cuando no exclusivo, casi siempre incompatibles físicamente.

Es dentro de esta contextura social y académica donde con cierta frecuencia surgen algunas de las figuras de renombre en nuestro medio científico y universitario, cuyo pedestal se asienta en este tipo de inmoralidad, corrupción y servilismo.

El tener marginada a la juventud y no hacerla partícipe, en forma proporcionalmente importante, de las responsabilidades de la vida ciudadana y académica, porque las vías de acceso a ésta se encuentran ya taponadas por nuestra burocracia científica, conduce inevitable y necesariamente a los brotes violentos de una juventud que busca salida a sus inquietudes y necesidades y no vislumbra en su futuro un porvenir mediato ni inmediato.

Nuestros regímenes constituyen el paraíso de los intermediarios, pulpo gigantesco que se enriquece con increíble rapidez a costa de los dos extremos del proceso comercial e industrial: el productor y el consumidor, y cuyas ganancias van a engrosar el poder de los bancos, que a su vez cierran el círculo prestando con todas las limitaciones y férreas disposiciones del sistema bancario a los consumidores, que tienen que devolver el dinero a su lugar de origen.

Hay una curiosa narración: la historia de un peso que en largo recorrido llegó, al cabo de algún tiempo de pasar por manos y manos, a su lugar de origen, convertido en quince o veinte pesos. Y el relato, que artificiosa y mañosamente se utiliza como signo de prosperidad y de progreso, es interesante porque en la vida diaria se producen a cada momento casos análogos, en los que un peso M multiplica no quince ni veinte sino cincuenta, cien y más veces. Cada país de nuestra América, aun los más pequeños y pobres, ha visto a unas cuantas familias amasar fortunas enormes. En los años de la segunda guerra mundial, mientras pueblos enteros luchaban contra el nazismo para garantizar la propia supervivencia, hábiles empresarios, terratenientes, banqueros y funcionarios empezaron en México a hacer de las suyas. La escasez no fue para ellos el signo de una crisis o la manifestación de una guerra a muerte por la libertad; fue más bien una coyuntura propicia, una oportunidad de fáciles y pingües ganancias. El dinero se hacía tan fácilmente que todo parecía un mágico artificio. Aquel era el momento de especular con la escasez, con el sacrificio y hasta con la muerte; de especular con divisas, con bienes raíces, con oro, con materiales estratégicos, con medicinas, con chatarra, con todo lo que otros necesitaran apremiantemente y estuvieran dispuestos a comprar a un alto precio. Así surgieron o se incrementaron notablemente muchas de las grandes fortunas de hoy, que si bien descansan en lo que para todos los capitalistas es la lícita explotación del trabajo ajeno, con frecuencia entrañan, además, una buena dosis de ilegalidad, de robos y fraudes, de adulteraciones, contrabandos, despojos y maniobras de toda clase.

La Revolución la hicieron los campesinos, y la redención de éstos ha constituido desde hace muchas décadas una de sus más limpias banderas; sin embargo, sesenta años no han sido suficientes para sacar de la miseria a un sector tan fundamental e importante en la vida de México. En esta afirmación todo el mundo parece estar de acuerdo, hasta los más optimistas funcionarios de nuestros regímenes políticos; la mayoría de ellos reconocen el fraude y el despojo sostenido y constante de que han sido objeto los campesinos, ahora en dos frentes: por un lado por los latifundistas antiguos y modernos, y por el otro por los "redentores", a través de los bancos ejidales, los comerciantes e industriales y las instituciones de crédito, cuya malla de organización está tan bien estructurada que a imposible para un campesino escapar a sus tentáculos. Aquellos que insisten y lo logran es a costa de grandes riesgos, entre ellos la pérdida de la vida. Suman ya un número importante los campesinos asesinados por tratar de modificar esta situación.

Dentro de esta red no hay posibilidad ninguna, ni presente ni futura, de que la masa campesina en general tenga un porvenir amplio y estimulante; en el mejor de los casos sólo se ha logrado sacar de la miseria a un sector muy pequeño de ellos, para que entre en una pobreza tolerable, pero no más allá.

Un reflejo de tal situación se encuentra en la actitud de sectores importantes de campesinos de las regiones del norte de México, cultivadores de algodón, que han preferido en algunas situaciones las onerosas condiciones impuestas por la Anderson Clayton a las que "revolucionariamente" les ofrecen los bancos ejidales, las instituciones de crédito privadas y otros intermediarios.

Por una inflexión de justamente ciento ochenta grados, han sido los líderes agrarios y los comisarios ejidales los instrumentos más eficaces y más despiadados de los latifundistas, los especuladores y otros intereses espurios para mantener a los campesinos en la situación en que se hallan actualmente.

Desde otra perspectiva, que no por conocida deja de ser importante tener en cuenta, la condición en que se encuentra el movimiento sindical mexicano es igualmente grave. Las múltiples formas de sometimiento, de aherrojamiento y despolitización del sector obrero con tantas y tan variadas en cantidad y en calidad, que su simple enumeración rebasaría amplísimamente los propósitos de este recordatorio. Bástenos con mencionar que la injusta aplicación de la cláusula de exclusión, la eternización de la inmensa mayoría de los líderes en sus puestos y su confabulación con el capital y con los gobiernos en turno, son hoy algo sin paralelo en la historia del movimiento obrero mexicano.

En cuanto surge un líder honrado, recio, rebelde, le conforman el delito de "disolución social", norma que ha sido rebasada por el dictamen que emitió, en forma absolutamente insólita, el Departamento de Prevención Social de la secretaría de Gobernación, al negar a Demetrio Vallejo y a Valentín Campa la libertad preparatoria que solicitaron y a la que tenían derecho, creando el delito de "intención y contumacia ideológica", gracias al cual se les condena a seguir recluidos en la Penitenciaría por haber comprobado la firmeza de sus convicciones y su fidelidad a las ideas que los llevaron a la cárcel.

Una de las corruptelas más definidas y que perfilan con más nitidez cierto aspecto de nuestra estructuración socioeconómica es conocida bajo el nombre de mordida, término popular de tremenda: fuerza expresiva, que marca en forma por demás precisa todos los matices de este aspecto de la corrupción. Constituye un denominador común subyacente en cualquier forma de actividad que un individuo quiera desarrollar en México, en todos los niveles, y con su versatilidad constituye una verdadera entelequia o un fantasma cuya presencia y fuerza se sienten pero en un momento dado no se pueden delimitar.

Las propinas, las pequeñas dádivas de dinero que los más modestos empleados aceptan por dar trámite al más insignificante asunto, que de otra manera se alarga hasta el borde de la desesperación al desembocar en el "tortuguismo", con las técnicas y tácticas más refinadas para encontrar siempre alguna falla de tipo formal, secretarial o de interpretación, que conduzca inevitablemente a la pro­pina en pago del trámite y la resolución.

Los regalos, cuya cuantía y esplendidez varían en proporción directa del rango del funcionario que los recibe, hasta alcanzar dimensiones descomunales en algunos de los extraordinarios contratos de que viven la mayoría de las grandes empresas, generadoras de innumerables formas de corrupción y que se han encargado marginalmente de "hacer justicia" a muchos funcionarios "revolucionarios", son otras muestras de esta situación.

No es un secreto para nadie que la inmensa mayoría de los funcionarios aprovechan sus puestos para practicar múltiples formas de la deshonestidad que les permite, al terminar su función, una vida plácida, tranquila, sin preocupaciones, en esos cuarteta de la Revolución que son Las Lomas y el Pedregal. De ahí la desesperación y el ansia constante y permanente de mantenerse a flote en cada período presidencial, en jugosos puestos que dan, con d poder, facilidades increíbles y prebendas de todo tipo.

Todo el pueblo de México sabe perfectamente bien quiénes son los escasísimos funcionarios honrados, honrados, honrados, que después de un período presidencial salen con el pie derecho y alta la cabeza, en la misma situación en que entraron, olvidados y menospreciados, objeto de múltiples epítetos peyorativos por "haber dejado pasar la oportunidad", sobre todo en una sociedad y un ambiente que no sólo estimula a los altos funcionarios venales sino son inflexible rigidez, hace, según la ya trillada frase, vacua y sin sentido, "caer todo el peso de la ley" sobre infelices empleados que cometen pequeños robos, explicables la mayoría de las veces por la miseria en que viven, aunque de ninguna manera justificables.

La organización político-social y jurídica que, como ya hemos dicho, no sólo se complace con la corrupción y la venalidad en niveles superiores, sino que premia y estimula a ese tipo de funcionarios, dándoles altos puestos de gran responsabilidad en reconocimiento al hecho de haber dejado obras materiales que en muchos casos han sido de dudoso beneficio social y mas bien sirvieron para acumular grandes fortunas, constituye uno de los aspectos más perniciosos y más deplorables de esta realidad, que se agrava aún más por la circunstancia de que un gran número de obras materiales, realizadas por medio de contratistas privados, por lo mal pla­neadas y peor realizadas quedan inservibles al poco tiempo de inauguradas y requieren una reconstrucción total, cerrándose así el círculo vicioso de deshonestidad y despilfarro que gravita dolorosamente sobre el pueblo empobrecido.

El lujo ostentoso y rastacuero, ampliamente difundido por una prensa que bajo la forma de págínas socíales exhibe con caracteres alarmantes este nuevo tipo de sociedad, estimula y propicia los deseos de engrandecimiento, que en general son proporcionales a la facilidad y la amplitud con que los funcionarios son sobornables y desechables, de manera que en la actualidad el ser millonario a secas pasa inadvertido. Cualquier persona puede serlo, circunstancia que no le da ninguna característica especial que dentro de su clase la distinga de los demás.

A medida que más amplios sectores de la clase media inescrupulosa irrumpan en el sector de la clase adinerada, tanto en su carácter de consumidores corno en el de productores de bienes de especulación, ejercerán una influencia cada vez más decisiva y nefasta en el ámbito de nuestra organización social, originando un rechazo y un desplazamiento automático de los valores sociales mora­les vigentes, en detrimento de los millones de seres miserables que pueblan nuestro mundo.
La riqueza, más allá del mínimo que permite al individuo vivir con dignidad humana y satisfacer sus necesidades inalienables como ser viviente, no cambia básicamente el modo de vivir de la gente adinerada, y cuando produce un cambio, éste no es proporcional al aumento de los ingresos, sino que va a aumentar el caudal de dinero que engendra los grandes monopolios, que a su vez cierra el círculo férreo que mantiene a las tres cuartas partes de la humanidad en condiciones infrahumanas de vida. El capitalismo, dándose cuenta de que la caldera de la miseria sube de presión hasta niveles altamente peligrosos para sus intereses, ha encontrado un magnífico pretexto en el control de la natalidad, que bajo la cobertura de una sincera planeación familiar trata simplemente de evitar la explosión de la caldera.

Los revolucionarios convertidos en millonarios tratan aún de convencernos de los beneficios que sus latrocinios han dejado al país.

La avaricia y la usura, como se ve, han sido las generadoras de las enormes riquezas de individuos y monopolios. Este mismo fenómeno, trasladado al nivel estatal, se manifiesta en el despiadado saqueo de los países subdesarrollados por parte de los países coloniales imperialistas, que han impuesto la rapiña y la esclavitud como método normal de política.

Un hecho curioso resulta ser la actitud altamente crítica y objetiva de políticos encumbrados que ponen "el dedo en la llaga'' de la corrupción, el soborno y el cohecho que constituyen algunos de los rasgos de nuestra organización social actual. Y lo hacen con mucho conocimiento de causa, por haber actuado en forma muy importante para mantener y propiciar la situación que ahora critican; en la mayoría de los casos por el simple hecho de que ya no están en el candelero y, en consecuencia, piensan que la Revolución todavía no les hace plena justicia, porque tienen que vivir fuera del presupuesto.

Resulta que cuando un simple ciudadano señala concretamente los vicios de que hablamos lo tildan inmediatamente de agente subversivo y le configuran el delito de disolución social; en cambio, cuando es un exfuncionario importante el que señala los errores ambiente en que antes vivió y prosperó lo tachan, con muy justa de desleal y despechado y afirman que "respira por la herida”.

Un funcionario muy importante del régimen pasado declara: “La corrupción pública parece no abandonarnos", y la famosa frase del general Obregón: "No hay general que resista un cañonazo de cincuenta mil pesos", ha pasado a connotar un embute de principiantes. Actualmente los "cañonazos" adquieren proporciones estratosféricas, pero ahora se exteriorizan en forma de créditos y fugas presupuestales. Por otro lado, uno de los capítulos en que corrupción, el soborno y el cohecho están mejor y más sólida y hábilmente estructurados es el de las oficinas y departamentos de compras de todas las agencias gubernamentales e instituciones descentralizadas, donde la mordida impera en forma floreciente e inamovible, con la ayuda eficaz y complementaria de los miles de interesados -personas o empresas- en hacer tratos con el Gobierno.

Independientemente de los deseos que hayan podido tener aisladamente algunos personajes de los últimos regímenes presidenciales de modificar la situación, el resultado final ha sido negativo, debido fundamentalmente a que se mueven dentro de una rígida estructura de cuyo marco es difícil salir, y que sigue constituyendo en fuente inagotable de enriquecimiento para un sector muy numeroso de privilegiados, a costa, claro está, del empobrecido pueblo mexicano, sobre cuyas maltrechas espaldas recae pesadamente el auge de ese sector cada día más poderoso.

Nuestro asombro llegaría a los límites del azoro y la perplejidad el día en que algún investigador tuviera interés en cuantificar la magnitud de los dineros que se mueven por estos mecanismos. Seguramente no bajarán de algunos miles de millones, con los cuales podrían haber hecho obras de beneficio social que habrían desde ese tiempo favorecido al enorme sector de la población que es presa de la miseria, el hambre y la ignorancia.

Imaginémonos, simplemente, para no citar sino un ejemplo, la cantidad de millones que se sustraen al pueblo de México por concepto fiel contrabando, que va desde el modesto fayuqueo hasta el de magnitudes gigantescas que se realiza por funcionarios altos del régimen en turno, o por coyotes de corte internacional.

Otra forma muy curiosa, pero no menos importante por su trascendencia social, de los negocios corruptos realizados por los grandes monopolios es el alquiler, en escala internacional, de diferentes tipos de maquinaria y equipos, como computadoras, aparatos fotocopiadores, máquinas IBM, etc., que no se venden en ninguna circunstancia pero se rentan a precios altísimos que tienen que pagar, sin más alternativa, justamente los países en vías de desarrollo, explotados y esquilmados.

Echando una ojeada panorámica a la historia de los grandes monopolios y los grandes magnates, y a la forma en que han hecho sus fortunas, hallamos que a lo largo del tiempo han logrado medidas político-económicas que les permiten, gracias a una serie de triquiñuelas -declaraciones fiscales alteradas, exenciones de impuestos, concesiones, etc.-, quedarse con una proporción cada vez mayor del producto nacional y redondear una personalidad de que han carecido toda su vida: de honradez, de generosidad, de desprendimiento y munificencia. Mecenas de la ciencia, dedican una muy pequeña parte, casi mínima, de su enorme riqueza a fundar instituciones científicas y de carácter técnico en que los hombres de ciencia de gran envergadura pasan a ser asalariados de categoría cuyas contribuciones extraordinarias no hacen, en buena parte, más que afianzar imperios financieros, industriales y comerciales, con la inevitable subordinación ideológica y el aumento de un poderío político por medio del cual se presiona al Estado y se le fuerza a seguir una pauta fundamentalmente de acuerdo con intereses antisociales.

Es tan complejo el problema de la corrupción, tan arraigado en nuestro país, que ante él es fácil caer en la actitud escéptica y hasta derrotista de muchos y dejarse llevar por la corriente. ¿Para qué quejarnos -se oye decir a menudo- de que las cosas andan mal, si siempre ha sido así? ¿Por qué no ser realista y sensato -agregan otros cínicamente- y comprender que sólo los tontos prefieren trabajar a enriquecerse sin esfuerzo? Que hay corrupción, de acuerdo; pero, ¿acaso no la hubo bajo el alemanismo, o incluso en los años veintes, cuando casi todos los generales y abogados revolucionarios empezaron a dejar de serlo? ¿Acaso no la hubo bajo el gobierno de científicos y terratenientes del porfiriato? ¿Quién podría dudar siquiera de la corrupción reinante bajo la tiranía de Santa Anna, cuando el clero, el ejército y los agiotistas se lanzaron como buitres sobre la riqueza nacional y los fondos de un erario en perpetua bancarrota? Y bajo el régimen colonial, ¿no abundan los testimonios irrefutables de una inmoralidad militante, a la que no escaparon ni obispos ni virreyes?

Que la corrupción en México viene de muy atrás, que su origen se remonta a etapas tan lejanas que ya es difícil recordarlas, es indudable. La corrupción, sin embargo, no es una debilidad, un rasgo propio, y menos un atributo inherente al mexicano o al ser humano en general. Pensar que el hombre es deshonesto por naturaleza, como puede ser frágil, inestable o imperfecto, más que a tratar de entender la corrupción equivale a renunciar a explicarla como fenómeno social; es atribuir al hombre, corno tal, lo que es fruto de un sistema socioeconómico que hace precisamente del hombre la principal de sus víctimas.
La economía tradicional, y con ella la moral del capitalismo dioico, postularon que el interés individual era no sólo el móvil central de la conducta humana sino el único medio de lograr el progreso y la felicidad sociales. Persiguiendo el lucro en un ambiente de libertad serían posibles la competencia, el avance técnico, b mejor división del trabajo, el empleo racional de los recursos y d justo reparto del producto social. Entre el interés individual y de la sociedad no debía haber contradicciones o incompatibilidades, sino armonía y complementaridad. El capitalismo debía, así, levar sin contratiempos a un orden social en el que todos los hombres y todos los países fuesen iguales, iguales ante la ley y en las oportunidades de progreso.

A siglo y medio de que tales principios se establecieron como verdades indiscutibles, como dogmas de una nueva fe científica, será difícil reivindicar su validez. El interés individual, que a menudo se forja en el contexto y aun se confunde con las exigencias egoístas de una clase privilegiada, no es el camino de la felicidad. Antes bien, es un factor determinante de la explotación de la mayoría, y de las tensiones y conflictos que la desigualdad y la injusticia traen consigo. En una sociedad como el capitalismo monopolista de hoy, en que la irracionalidad ha llegado a extremos monstruo de los antagonismos y contradicciones ahondan y la corrupción se vuelve uno de los pilares del sistema.

¿Cómo no ser pesimista ante ese cuadro? ¿Cómo no serlo cuando incluso se admite que el mal es inevitable? ¿No quiere ello decir que lo que hagamos para combatir la deshonestidad será sim­plemente una manera de estar en paz con nuestra conciencia? Nada de eso. La corrupción, como hemos dicho, es un fenómeno social, esto es, un hecho histórico, un problema limitado 'en el tiempo y el espacio y que está íntima, orgánica, indisolublemente vinculado a una sociedad clasista. Subrayar la inevitabilidad de la corrupción bajo el capitalismo, sobre todo en los países económicamente atrasados, es, en consecuencia, una forma de expresar que un capitalismo puro, blanco, virtuoso, en el que desaparezcan los graves vicios que esquemáticamente hemos tratado de destacar en estas páginas, es enteramente utópico.

El que en mayor o menor grado la corrupción sea inevitable en el capitalismo no significa, por fortuna para el género humano, que el capitalismo sea también inevitable, mucho menos eterno. Vivimos una etapa de profundas transformaciones sociales en la que pueblos secularmente sometidos y explotados empiezan a romper viejas cadenas y a liberarse material y espiritualmente. Muy cerca de nosotros, en la hermosa isla de Cuba, un pueblo hermano que por décadas fue víctima de la más desenfrenada corrupción, que bajo la influencia y voracidad de comerciantes nacionales y, sobre todo, extranjeros, vio multiplicarse los garitos y los prostíbulos, el contrabando, el tráfico de drogas, la inmoralidad administrativa y todos los negocios sucios imaginables, ha comenzado a rehacerse, a recobrar la dignidad y el vigor que había perdido, y en un cortísimo lapso muchos viejos problemas, de aquellos que los "realistas" cubano* creían insolubles, han quedado sólo como un recuerdo desagradable y como el signo de una etapa histórica fundamentalmente liquidada por la Revolución.Y es una revolución, precisamente, lo que en nuestros días se requiere para acabar con la corrupción que asfixia a los pueblos latinoamericanos. Con reformas palaciegas, con llamados inocuos a la honradez, con protestas justas pero limitadas a unos cuantos ciudadanos; con campañas burocráticas en favor de la moralidad administrativa; con sermones cristianos que aconsejan al hombre ser hermano y no lobo del hombre, los vicios que padecemos seguirán en pie sin que podamos extirparlos. Se necesita un cambio revolucionario, un cambio verdaderamente estructural; y un cambio de tal naturaleza sólo puede ser promovido y consumado por el pueblo, por las masas pobres, por las víctimas de la corrupción y no por quienes la alimentan en su beneficio.

¿Qué es el Capitalismo?